Los libros, como los caracoles y los amores juveniles, vienen con la lluvia de abril. Podría decir que salen del letargo del frío, pero eso era antes, cuando el tiempo nos traía el invierno de los Reyes Magos y los sabañones. Seguía haciendo frío hasta ... que abril tomaba el mando en los calendarios. Era el mes de los narcisos y los tulipanes, el abril de los poemas de adolescentes y el perfume olvidado de las lilas. Nuestro abril, el de ahora, se ha negado a ser el de las aguas mil, el de las mañanas de lluvia y tardes de paseo por Puerta Real y La Carrera. Los partes del tiempo anuncian para estos días una lluvia escasa. Si esto sigue así, lo de las borrascas de Semana Santa terminará pareciéndonos un regalo celestial inoportuno. Algo va mal. Las nubes se han ido a los Emiratos Árabes y han inundado Dubái. Lo único húmedo que recibía aquella tierra antes del cambio climático eran los mocos de los camellos. El abril para vivir ha sido un verano adelantado. Estas jugarretas del cielo mosquean a quienes todavía se guían por las Cabañuelas o el Calendario Zaragozano. Quedan pocos y son viejos. La juventud disfruta del buen tiempo. Para ellos el mañana siempre está lejos.

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Menos mal que nos quedan la Feria del Vino, que hoy acaba, y la del Libro que se mantendrá hasta el próximo domingo. El vino y los libros son tan necesarios para la vida como el agua. Se puede vivir sin vino y sin libros. Es cierto. De hecho, cada día que pasa aumenta el número de abstemios y de ágrafos. Cada cual elige el modo de aburrirse mientras llega la parca. Supongo que algún lector me tachará de borracho conocido o alcohólico anónimo. Siento defraudarlo. El vino me gusta con mesura y los libros con exceso. Les puedo asegurar que el cóctel que forman ambos es más gratificante y más barato que un crucero de verano por el Danubio. Vamos, pues, con la Feria del Libro que mantiene su tradición de ofrecernos alimento para el espíritu. Y que siga por muchos años este amor al papel. Por las casetas desfilarán escritores consagrados y noveles. Toparemos con un libro que nos llame la atención y podremos adquirirlo con la dedicatoria y firma del autor. Veremos más cosas estos días alrededor de la Fuente de las Batallas. Notaremos que la brisa lleva una carga sutil de fatuidad y ego, la mezcla de vanidad e incienso, que tanto gusta a quienes disfrutan dejándose ver. Es una de las razones por la que no faltarán los políticos. Cuando tomaron posesión de sus cargos dijeron que iban a trabajar sin descanso las veinticuatro horas del día, que iban a bregar a tope por Granada, que iban a dejarse la piel en mejorar nuestras vidas… Ese afán por lograr nuestro bienestar los impulsa a posar sonriendo y abrazando a autores, editores y, con suerte, a algún lector. No tengo tan claro que, con esa inmensa carga de trabajo que soportan, les quede tiempo para hojear el libro. Pero habrán salido en la foto.

La sonrisa de un político con un libro en las manos es casi tan tierna como la que nos ofrece la Consejería de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul, con su campaña para proteger en las playas de Carchuna y Calahonda al chorlitejo patinegro, un pájaro de cejas blancas y bufanda negra que está en época de nidificación. Qué ternura. No puedo seguir. La emoción me embarga.

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