Llevo años preguntando a amigos y conocidos si saben quién o quiénes conceden el carné de demócrata y a dónde hay que ir para hacer los trámites. Porque no se puede ir por el mundo así, sin más autentificación que el 'denei'. ¿Quién te asegura ... que si tienes un ojo revirado o una mancha en la frente, como la que heredé de mi padre, no te van a tomar por independentista catalán o espía afgano? Pasa el tiempo y nadie me da razón de dónde está esa oficina, ni de si hay que sacar número a primera hora de la mañana cuando la malafollá del funcionario de la ventanilla aún no ha alcanzado su cenit. Por cierto, que quienes presumen de demócratas jamás te enseñan el carné. Pero, eso sí, te miran con lástima o desdén cuando no apruebas lo que dicen. En esto no vacilan: o estás con el rebaño o eres pieza a abatir. Y ándate con cuidado si se rumorea que eres defensor de valores humanos, como la ética, la tolerancia, la responsabilidad o la libertad. Ni se le ocurra demostrarlo en público, porque está demodé. Todo eso cotiza a la baja. Ahora molan los valores variables, como en el Ibex-35. Quiero decir que si te sales de la fila por donde camina esta sociedad desnortada, en el menor descuido te pueden coser a la altura de la tetilla izquierda el logo de facha y acabar en el infierno de Dante, de donde no se sale mientras el puto amo siga donde está. Hay que dejarse de garambainas y sacar ese carné de demócrata. Todo lo demás son gabinas de cochero.
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Los certificados de buena conducta o de trabajador responsable, en caso de que conserves alguno, también hay que meterlos en un cajón bajo siete llaves. Eso es ya rancio. En lo del trabajo responsable, los miembros de cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado han de estar muy alerta ya que, por lo visto, serán los de Bildu quienes se ocupen de actualizar sus funciones y prerrogativas. Esto es de pleno al quince. Que se lo pregunten, si no, a José Antonio Ortega Lara, rescatado por la Guardia Civil del zulo donde ETA lo mantuvo enterrado durante más de quinientos días y quinientas noches. Cuando se conoció su liberación, el titular del diario 'Egin' decía «Ortega Lara vuelve a la cárcel». En ese periódico trabajaba Mertxe Aizpurua, la diputada que el jueves presentó el pacto con el Gobierno para desbloquear la mal llamada 'ley mordaza'. ¿No había otra 'miembra' más idónea para exponer este disparatado proyecto? ¿Se conservará el «Todo por la Patria» en los cuarteles?
Hay otros certificados o credenciales, de menor entidad, que también sirven al personal para evadirse de la prosaica realidad en estos tiempos de congoja por los que atraviesa la artrítica ciudad de Granada. Uno de ellos es el de experto o gestor cultural. Si puede, hágase con uno, porque en Granada tienen mucho predicamento y se cotizan al alza. Hay varias especialidades en esta rama del conocimiento artístico. Abundan los críticos diletantes y los agitadores culturales. Ahora han aparecido los expertos en pintadas callejeras. Saben distinguir entre lo artístico y la chafarrinada. He pasado y paseado mucho tiempo por el Albaicín y he visto muchas paredes castigadas con groseras pinturas, como aquella enorme de «Haceros bolleras» que se mantuvo durante años. No buscaban aprendizas para una panificadora, por supuesto. Había multitud de pintadas obscenas, de mal gusto y peor factura, que convivían con mensajes de amor y desamor, en los que despuntaba algún tinte poético. Por fin ha llegado la brigadilla municipal de la cal. Quiero pensar que va acompañada de uno de estos expertos con sensibilidad suficiente para fotografiar, antes de borrarlos, los mensajes que merecen ser leídos. Otro día hablaremos del carné de borrego. Es el más fácil de tramitar. Lo único que piden es no abrir la boca.
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