Machado en el Congreso

Está claro que un buen colchón ayuda a triunfar. ¿O no es cierto que en las pocas horas que dedicó al reposo el presidente en la noche del 25 al 26 de mayo –tras el varapalo electoral de las municipales y autonómicas– se levantó rebosando energía y convocó las elecciones generales para el 23 de julio? ¿Quién sino él puede presumir de tener ese tesón, esa fortaleza, esa dura fibra para encarar marejadas y tsunamis que a cualquier mortal espantan? Algún nigromante se le debió aparecer en sueños para señalarle el camino. Ese camino era el de Machado, que no se volverá a recorrer jamás. Por eso asistimos a los asombrosos y variopintos acuerdos con los separatistas y demás compañeros de viaje, que lo han impulsado a cambiar el rumbo de la nave y a nombrar nuevos contramaestres y nueva oficialidad. Cambios que son 'peccata minuta' para quien se siente elegido por los dioses... y por mortales de menor calado. Sabemos que su fortaleza está en que no ha mentido jamás, sino que lo suyo es sólo un cambio de criterio. No necesita recurrir a Maquiavelo para justificar sus actos, le basta con seguir el refranero y «hacer de la necesidad virtud». Aunque todo apunte a que de esa necesidad saldrá un sindiós que, aparte de vaciarnos la cartera, irritará hasta tal punto al personal, que «fará fablar las piedras».

Su programa para esta legislatura queda diluido en este «hacer de la necesidad, virtud», el santo y seña de su nueva etapa. No aportó mucho más durante su largo discurso. Bueno, en honor a la verdad, he de reconocer que reiteró hasta la saciedad la maldad de la 'derechona' que no aprecia el valor de los carriles-bici. Al parecer, ahí está el futuro. Si no hay carriles-bici, como el que él recorrió en Valladolid con Oscar Puente, se verá obligado a viajar en limusina y eso es un atentado contra el cambio climático. Por no hablar del Falcon, que es punto y aparte. En fin, he de acabar y acabo, soñando con que Pedro ya ha leído toda la poesía de Antonio Machado. Debería leer también la de su hermano Manuel, aquel que dijo: «¡Ay del que sueña comenzar la Historia / y, amigo de inauditas novedades, / desoye la lección de las edades / y renuncia al poder de la memoria».