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En siete días saldrá La Borriquilla y las calles del centro estarán a reventar, como espera el sector hostelero. Antes habrá más eventos a tener en cuenta. Por ejemplo, que este martes se celebra San José y los pocos padres que van quedando –lo digo ... porque ya hay más perros que niños en las calles– recibirán el regalo preparado por sus hijos para ellos en el 'cole' con ayuda de la 'seño'. Al día siguiente, a las cuatro horas y seis minutos, según me dice el señor Google, entrará la primavera, esa extraña estación cargada de amores y alergias, que altera la sangre y disloca las feromonas. También es la temporada en la que nunca llueve a gusto de todos. Es muy probable que, mientras en un lugar recen para que la lluvia no les chafe su romería, en otro hagan rogativas pidiendo a los cielos agua para salvar la cosecha. La primavera es siempre revoltosa. Se me olvidaba otro acontecimiento que con toda probabilidad tendrá repercusión más allá de nuestra provincia: el referéndum en Cuevas del Campo. Hoy, esta misma noche, sabremos por fin qué día celebrarán sus vecinos la fiesta de san Isidro Labrador. La consulta popular se lleva a cabo con todas las bendiciones oficiales, como ya se publicó en su día, porque no había otra manera de ponerse de acuerdo. A mí me tiene en un sinvivir. La consulta marcará «un antes y un después para el Altiplano», diría un cursi. La actualidad política presenta un panorama tan sucio, que noticias de este tipo tienen un efecto analgésico francamente reparador.
Con buenos augurios comenzó la semana que hoy termina. El anuncio de que la Consejería de Educación de la Junta iba a prohibir el uso de los móviles en las aulas, los patios y los pasillos de los colegios hasta segundo de ESO, aunque tardío, fue esperanzador. También lo fue el paso de la borrasca Mónica, que trajo un agua muy beneficiosa para el campo y los embalses. No cayó, al parecer, suficiente agua para regar cerebros resecos y ocurrió lo que todos sabemos: el jueves, 178 diputados y diputadas certificaron que hay ciudadanos de primera y de segunda. Encabezan la ciudadanía de primera un grupo de independentistas, rebeldes y malversadores, a los que se les premiará entre otras cosas con una lluvia de millones, mientras que los granadinos quedaremos encuadrados en el grupo de ciudadanos de segunda. Los tres representantes por Granada que apoyaron esta tropelía deberían explicar a sus electores el porqué de esta bofetada. Seguir órdenes de la superioridad para mantenerse en la poltrona no parece un argumento sólido.
Esa imagen de rebaño obediente, dócil y pastueño, que transmiten los diputados, mientras los portavoces se propinan garrotazos verbales cada vez más procaces y chabacanos, no es de recibo en una democracia que pretende estar consolidada. Como tampoco es de recibo la vergonzosa estampa de la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, que se permite airear los datos fiscales de un ciudadano, por el solo hecho de ser novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid. La señora Montero, inventora de un lenguaje atropellado, puede hasta resultar divertida por el maltrato infligido a la lengua con su incoherencia gramatical, pero cuando quebranta la ley para ejercer de cazajetas o huelebraguetas, la risa está de más. El artículo 18 de la baqueteada Constitución dice que «se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen». Esto no cuadra con su comparecencia para poner el ventilador de la basura en marcha, machacando a un ciudadano. Si ha sido un desliz por estar desbordada de trabajo, Sánchez debería darle unas largas vacaciones para que vea los programas de Juan y Medio o de Carlos Sobera. Comprobará que el Boletín Oficial del Estado no es el 'First Dates'.
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