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Hubo veranos en que, como decía el redactor de sucesos de este periódico, Pepe González 'Manix', la escasez de noticias era tanta que si ardían cuatro matojos hablábamos de un incendio forestal. Eran otros tiempos. Para que esto no vuelva a ocurrir, desde el Gobierno ... y la Generalitat nos tienen entretenidos con el regreso y fuga de Puigdemont, que cuando se publique esta columna estará gozando de su hazaña mientras degusta una zarzuela de mariscos en Waterloo o en algún chiringuito de la Costa Brava, en tanto que sus fieles aplauden la habilidad que tiene pelando los gambones y langostinos o chupando las almejas. Es lo mínimo que se merece este héroe de la independencia catalana. Los circos al aire libre han sido una constante estival y hay que mantener la costumbre.
Si un andaluz de Linares, disfrazado de obispo preconciliar, se puede meter, por la cara y con la tele en directo, en un convento de monjas en la localidad burgalesa de Belorado ¿cómo nos va a pillar de sorpresa que el peludo Puigdemont se aparezca en carne mortal en Barcelona? Y si en la Alpujarra se pueden permitir el lujo de celebrar la Nochebuena en verano ¿por qué no van a celebrar el carnaval en agosto? ¿Es que van a seguir con sus castellets y sus sardanas cuando pueden disfrutar gratis de esta mascarada montada en loor del marqués de Waterloo? Estamos curados de muchos espantos desde que Pedro Sánchez confesó que jamás mentía. Lo suyo era un cambio de opinión. Y ya, cuando las musas le insuflaron la vocación epistolar, pudimos entrever que, transmutado en caballero andante enamorado, haría doblar la rodilla ante su simpar Dulcinea a todo el que osara dudar de su diario quehacer. Se acercan tiempos prodigiosos, que ningún adivino puede presagiar. Palomas y palomos mensajeros estuvieron volando desde La Moncloa hasta el chalet del fugado, concertando acuerdos para un nuevo amanecer, que aún no clarea. Aquello se coció a cencerros tapados y al pueblo soberano no se le permitió tomar vela en tan singular contubernio.
El 'aggiornamento' político va por ese camino y la primera sesión de esta temporada ha sido el carnaval montado en el 'Arc de Triomf' de la ciudad condal, difundido en directo por la televisión estatal, para mayor gloria del Houdine catalán y para ludibrio y mofa del ministro y juez Grande-Marlaska, que ha dejado a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado con las vergüenzas al aire. Qué buena historieta de 'Anacleto, agente secreto' nos hubiera dibujado el humorista Vázquez. Ante el clamoroso silencio de Moncloa por este bochornoso desatino, no es descabellado pensar que hay mucha química entre los protagonistas de tal tiberio. Somos un país plural y cómico: de sainete, de esperpento, de farsa, de desatinos y astracanadas. El circo no puede morir jamás. Para octubre puede estar terminada la película de la fuga si hay un director de cine un poco avispado. El guión ya está escrito. Falta encontrar a los intérpretes de este gazpacho noticioso, con el que Gila hubiera montado un número de humor antológico.
No se me olvida lo más importante. La pela es la pela y nadie trabaja gratis en este circo. Para esto sí cuentan con nosotros. Viene de lejos: desde los tiempos de Felipe IV, rey de España y Portugal, y mucho antes. Nos lo dejó escrito Quevedo: «En Navarra y Aragón / no hay quien tribute un real; / Cataluña y Portugal / son de la misma opinión; / sólo Castilla y León / y el noble pueblo andaluz / llevan a cuesta la cruz». Queramos o no, seremos los paganinis de la función. Dicho queda.
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