Los políticos, esos seres extraños que presumen de trabajar veinticuatro horas al día para nuestro bienestar, están preparando ya las maletas para sus vacaciones. Pero antes de emprender el viaje Abascal se ha puesto a tocar las trompetas de Jericó, Sánchez ultima su nueva ley ... de prensa y censura, Yolanda y sus chicos siguen dando la tabarra con el cordón sanitario y los independentistas catalanes regresados levantan sus castellets. En cuanto solventen estos asuntillos marcharán para –como dicen sus alzacolas– «gozar del merecido descanso». Granada no es una excepción. No hay más que leer la prensa de la última semana. Ahora mismo sería incapaz de enumerar la cantidad de proyectos, ideas geniales y ofertas varias que nos han anunciado para sacar a Granada de su proverbial apatía. Creo haber leído que hay cincuenta ideas para el futuro de la Costa y otro medio centenar de proyectos que estrenarán el centro andaluz de Inteligencia Artificial de Granada. Eso sin contar con las promociones turísticas de la Diputación y las tuberías de Rules, que en un futuro indefinido serán realidad. Pero, para seguir la costumbre, todo se aplaza hasta el otoño. Es una norma no escrita de obligado cumplimiento.

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De momento, lo importante es descansar para «cargar las pilas y volver con renovado afán». Frase manida con la que justifican las promesas pendientes, que repiten como cotorras perezosas. El 'siempre mañana y nunca mañanamos' de Lope de Vega. Otros años dedicaba un tiempo a recortar y clasificar todos estos anuncios de esa soñada y maravillosa Granada –paridos por el Ayuntamiento, Diputación, Junta, Gobierno, empresarios y todas las fuerzas vivas– para guardarlos en sus respectivas carpetas e ir comprobando cómo va amarilleando el papel, con el rodar del tiempo, sin que los portentos anunciados tomen cuerpo y forma, mientras el verde esperanza de los planes y bocetos toma color de catafalco.

Ya no colecciono páginas por falta de espacio, pero mantengo la fe del carbonero en que algún proyecto verá la luz. No quiero ser un cenizo, ni pensar que algún endriago o vestiglo se ha apoderado de nuestra tierra, ni que el Sabio Frestón nos tiene ojeriza. Seamos positivos. Ahí está esa singular 'Guía interactiva de cetáceos de la Costa Tropical', auspiciada por la Asociación Observatorio del Mar, con el apoyo del Patronato de Turismo de la Diputación, que impulsará la actividad turística de «avistamiento de estos mamíferos en el litoral granadino». Leo y releo la noticia y no salgo de mi asombro. ¿Cómo hemos podido estar tanto tiempo sin promover «el turismo sostenible y la conservación marina a través de la observación de cetáceos»? ¿Cómo no apoyar esta iniciativa que «no sólo contribuirá al desarrollo económico de la región, sino que también ayudará a preservar su rica biodiversidad marina»? Tentado estoy de cerrar el ordenador y salir pitando hacia Cantarriján, no para avistar efebos y sirenas, sino delfines, rorcuales, calderones y cachalotes. La diputada provincial de Turismo dice que «el visitante reclama, cada vez más, actividades alternativas para realizar durante su estancia». Argumento irrebatible y nicho de riqueza. Le han echado números y ya se habla de crear «pymes con embarcaciones pequeñas y medianas dirigidas con un patrón y un biólogo o guía marino». Calculan que hay cincuenta mil forofos esperando ver de cerca a su delfín preferido. El proyecto va 'palante'. Que suenen timbales y clarines, disparo de cohetes y diana floreada mientras me doy un par de latigazos de cerveza fresquita bajo la parra, como castigo por mi incredulidad.

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