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«Dios bendiga cada rincón de esta casa», se leía en el azulejo que mi vecino, tradicional votante del PP, ha quitado de la fachada tras las elecciones. No me explico este arrebato. Bien mirado, los estrategas de Sánchez tienen la Biblia entre sus libros ... de cabecera. ¿De dónde, si no, les viene este afán por traer al hijo 'pródigo y prófugo' para sentarlo a la mesa del banquete gubernamental mientras los sumisos votantes del partido más que centenario siguen aperreados, trabajando para mantener el estado de bienestar de quienes están bien? ¿No es cierto que en el evangelio de San Lucas se dice que «habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento»? ¿Podría Puigdemont ser este pecador de la pradera? Conociendo al pastor monclovita, no me extrañaría que, llegado el día, ordene a Bolaños cargar sobre sus hombros al prófugo, mientras el presidente anima a sus fieles con un «¡Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido!». Sería un pequeño paso para el hombre orquesta, pero un gran salto de Sánchez para acercarse un poco más a la eternidad.
Más complicado les resultará a los asesores presidenciales hallar semejanza entre los 'jacobitas' del PNV y Esaú. Este entregó a su hermano Jacob los derechos de primogenitura por un plato de lentejas. Pero no veo a Andoni Ortuzar dando su apoyo a Sánchez solo por una ensalada. Pedirá chuletón y postre, seguido de café y copa. El chuletón al punto, por supuesto, como le gusta a Pedro. Los chicos del partido que agrupa a la burguesía conservadora vasca, habituados a este tipo de amigables chantajes, no van a cambiar ahora de costumbres. Hasta en esto son conservadores a su modo. Todos ellos esperan alcanzar el cielo que tanto deseó Pablo Iglesias hace cuatro años. Instalados en los verdes prados del Edén, verán al atardecer cómo se maceran en la impotencia quienes estuvieron a punto de tocar el paraíso, del que los apeó su tradicional torpeza… y su manía de vender la piel de los osos antes de comprar las escopetas. No sé por qué insiste Feijóo en formar gobierno. ¿No ve que tendría que arreglar el pufo de la deuda pública, el peaje en las autovías y todo el pandemonio de promesas incumplidas? Mejor que lo afronte el prestidigitador de la resistencia.
De todo esto podremos hablar este verano, porque el imprescindible Bolaños nos ha dado vacaciones. «Ahora –dijo el miércoles, Día de los Abuelos– los ciudadanos tienen derecho a descansar, a disfrutar de la familia y de unos días de merecido descanso». Amén. ¿No chirrían esas palabras como si las pronunciara el edecán de un caudillo? No quiero volver a la Biblia para encontrar semejanzas, porque al multipolar ministro le tocaría ejercer de Putifar y eso sonaría a coña marinera. Pero en ese «merecido descanso» hay un tufo de paternalismo que huele a 'Yo, el Supremo', de Roa Bastos.
Hay relevo playero. Ya ha llegado la avanzadilla de 'los de agosto' para disfrutar de los efluvios del pulpo braseado y de esas sardinas que, pinchadas en un palo, alcanzan la sublime categoría de espetos. Cómo puede quedar gente que no quiera ver a los popes de Ferraz partirse la camisa para que no nos falte de ná. ¡Por favor, pero si hasta van a traer el carnero descarriado, que dicen haber visto por Waterloo, para que vuelva a habitar entre nosotros! No será fácil hincarle el diente a ese chuletón pasado de fecha.
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