El parto se espera para esta noche. Cuatro o cinco horas después de que los participantes en el Tour entren en París, ya sabremos hacia dónde ha soplado el viento electoral. Quienes no hemos enviado las papeletas por correo iremos a las urnas a ejercer ... nuestro derecho a votar en libertad, pese al calor inclemente que se anuncia para este domingo. Una jornada convertida en la clave de este 'verano interruptus' por un capricho del hasta ahora señor presidente. Porque convocar los comicios este mes, cuando todos estamos concienciados de que julio es desde hace años el mes más tórrido en el hemisferio norte, es sólo eso: un antojo totalmente arbitrario. A lo hecho, pecho. Comenté el pasado domingo la cantidad de contaminación que gratuitamente se va a producir por los desplazamientos en coche para ir a votar desde el lugar de veraneo hasta la mesa electoral. Una contaminación añadida que podría haberse evitado atrasando un par de meses la convocatoria. Flota en el ambiente una sobredosis de hipocresía, trufada de demagogia, que asusta a cualquiera. Pues, por más proyectos parciales que los diversos Estados aprueben para frenar el calentamiento global, si no hay una norma general de obligado cumplimiento por parte de todos los países, esto no funciona.

Publicidad

Los profetas del clima llevan años avisando de que la próxima guerra mundial será por el agua y no andan descaminados. Aquí, en algunos pueblos, ya empieza a haber broncas entre los hortelanos por el agua de riego que año tras año viene con menos caudal. Como dice un amigo: «Si no conseguimos poner en orden nuestro planeta, para qué puñetas sirve gastar dinero en la carrera espacial». A algunos nos choca mucho ese gasto y ese esfuerzo por enviar gente al planeta rojo para ver si es posible plantar allí unas zanahorias o brócolis, mientras que aquí –y hablo ya de España– todavía no hay un plan hidrológico nacional efectivo. Lo primero es arreglar la casa y luego ya veremos si queda tiempo y dinero para meternos en otras aventuras. Muchas plantas desaladoras y muchas placas solares, pero el agua cuando cae se va al mar sin que haya suficientes represas para contenerla. O si hay presa, como ocurre en Rules, no hay conducciones.

Decía que los agoreros ya están metiéndonos la peste en un canuto. Uno de ellos, de nombre Gavin Schmidt, que pasa por ser el principal experto en clima de la NASA, asegura que este julio será el más cálido en «cientos, si no miles, de años» y que 2024 será peor. «Llevamos –avisa– muchos meses con temperaturas récord en la superficie del mar. Prevemos que esto va a continuar, porque seguimos introduciendo gases de efecto invernadero en la atmósfera». Los pesimistas dirán que Blade Runner ya está aquí y los optimistas opinarán que ya no habrá que hervir los mejillones porque saldrán cocidos del agua.

Bromas aparte, todos vimos que, durante los meses en que la pandemia nos tuvo encerrados, la primavera se portó como solía. No volaban los aviones y apenas circulaban coches. La atmósfera se regeneró. Abril vino con lluvias mansas y caladeras y Granada perdió la boina de suciedad que habitualmente luce. Ahora queremos que haya aire puro y muchos vuelos, calles para pasear y muchos visitantes, brisa fresca en las aceras y mucho aire acondicionado en casa y en el trabajo. Dicho en román paladino: queremos teta y sopas, o soplar y sorber al mismo tiempo. Y eso, de momento, es tan difícil como que Macarena Olona sea la más votada hoy. Pero de ilusión también se vive. Que usted lo vote

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad