Una Semana Santa sin agua ha sido para los hosteleros mejor que el gordo de la Lotería, pero se ha convertido en puñalada trapera para los agricultores. Hay que remontarse muchos años atrás para dar con un abril tan malafollá como éste que nos está ... tocando sufrir. Ya no tiene remedio. Todos los cultivos de secano se han ido al garete. Sé que estas cosas a muchos ciudadanos de asfalto se la traen al pairo porque ven que todavía sale agua del grifo, pero el desastre está aquí. Hace muchos años, alguien dijo que íbamos a ser la California de Europa y acertó: ambas zonas geográficas se están desertificando a ojos vistas. Tanto allí como aquí los incendios forestales aparecen cada año más temprano y son más virulentos, y los desastres naturales no paran de crecer. Quien dijo aquello se refería, por supuesto, a los avances tecnológicos. O sea que si ellos tienen Silicon Valley, nosotros el parque de Escúzar, el PTS y hasta la AESIA, si Cuenca consigue hacerse oír en La Moncloa y la recupera para Granada. Ellos tienen los Oscar y nosotros los Goya. Vamos a la par, excepto en lo de la sequía, porque allí el pasado invierno llenó sus embalses y pueden encarar el verano con cierto optimismo tras seis años de escasez, y aquí no.
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Como consecuencia de esta falta de precipitaciones, el Parque Natural de Doñana se ha convertido en un erial de arcillas cuarteadas, matojos secos y garzas estresadas, que serían capaces de darle sus alas al zahorí que les señale un agujero con un poco de agua al fondo. Europa ha lanzado un serio aviso para que se tomen las medidas oportunas a fin de evitar una catástrofe. Pero esta calamidad no ha aparecido de repente. El desastre, agudizado por la sobreexplotación ilegal de los acuíferos para regadíos, venía siendo anunciado y denunciado desde hace años por ecologistas y especialistas en Medio Ambiente, pero la Junta, gobernada entonces por los socialistas, se puso de perfil. Ahora, con la brutal sequía de esta primavera, la bomba le ha estallado en pleno rostro a Juanma Moreno, que se las ve y se las desea para señalar a los culpables. Si bien también es responsable del problema, pues lleva más de cuatro años gobernando, tiempo suficiente para prever que la debacle podía llegar. A nadie se le oculta que año tras año las lluvias han venido a menos y los calores a más. Otro tanto se podría decir de la pasividad de la Junta, y también del Gobierno central, ante la cachaza con que se están tomando las decisiones para la puesta a punto de los regadíos en la Costa con las aguas de Rules. Llevamos vistas demasiadas fotos de reuniones y pocas de primeras piedras. Ahora ni eso: las últimas fotos son de los árboles subtropicales talados.
Un día de 1995, el vicepresidente del Banco Mundial, Ismail Serageldin, tuvo un mal despertar y solo se le ocurrió decir que «si el motor de las guerras del siglo XX fue el petróleo, las siguientes serían por el agua». Nunca se aclaró si aquella profecía fue consecuencia de un gatillazo o si llegó a ella tras un reposado análisis geopolítico. El caso es que, tras casi treinta años, sus palabras siguen teniendo plena vigencia.
Visto lo visto, bueno sería que quienes imploran a los cielos para que no llueva porque se casa la niña, van a los toros o viene la Feria, se lo piensen un poquito. A mí también me gusta el vino más que el agua, pero hace falta que llueva para que la uva engorde.
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