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Un rotulador de punta gruesa en manos de Trump tiene más peligro que el cambio climático. Con el garabato de su firma en la tarde- ... noche del miércoles, el 'hombre blanco de pelo amarillo' puso patas arriba el comercio mundial y provocó, de inmediato, la aparición de los salvapatrias. La 'seño' Von der Leyen fue de las primeras en anunciar que la UE tenía preparadas sus vacunas y antivirus para luchar contra esta nueva covid que no ataca, como la china, al cuerpo humano sino a la cartera. También nuestro jefe convocó a los chicos de la prensa, sin admitir preguntas, para tranquilizar al pueblo fiel.
Al mago de la Moncloa se le pone cara de predicador cuaresmal cuando comunica los acuerdos logrados consigo mismo. Aunque se basta él solo para alcanzar portentos propios del escapista Houdini, va a enseñárselos a los demás, excepto a Vox. Es su capricho. Ni tiene presupuestos ni halla modo de cuadrarlos para presentarlos al Congreso, pero si la necesidad aprieta consigue lo que el momento demanda. Lo hizo tras el volcán de La Palma y la dana de Valencia. Lo ha vuelto a hacer tras el ultimátum de la OTAN con el fin de que aumente los gastos en defensa. Para todos tiene una respuesta en formato de millones de euros, que va desgranando cual si fuera la calderilla sobrante de la lista de la compra. Que se hagan realidad esos compromisos es secundario. Lo importante es el impacto, el golpe de efecto, la promesa y la esperanza, con el estrambote final de «si necesitan algo más, que lo pidan».
Contra lo que no puede luchar el amado líder es contra los elementos. Esos que, so capa de amistad, aprovechan para causarle trastornos puntuales que lo obligan a bruscos golpes de timón, tal cual le aconteció con su colega Ábalos Meco. Hay apellidos que se prestan a curiosas lecturas, pero eso es otra historia. Estábamos en lo de las malditas circunstancias que inopinadamente aparecen en el horizonte y, por arte de birlibirloque, hacen que los prometidos millones se esfumen antes de llegar a su destino. No es cosa de nigromantes, corujas embrujadas o hechiceros. Todos sabemos que la culpable de estos y otros contratiempos es Isabel Díaz Ayuso. Esa bruja de sonrisa seductora ha montado en algún lugar secreto de la Puerta del Sol unos potentes aparatos de inteligencia artificial con los que consigue torcer el destino del presidente Sánchez. ¿Quién si no ella fue la que provocó, con su desfachatez de chulapa, los disturbios de los independentistas catalanes? ¿Quién si no ella es la que está bloqueando la llegada de las ayudas prometidas a los damnificados por el volcán de La Palma o por la dana del barranco del Poyo? ¿Quién si no ella fue la culpable de la borrasca Filomena? Cuando los meteorólogos se atrevan a decir la verdad, sabremos que también ha sido ella la responsable de este tren de borrascas de marzo. Al tiempo. No pierdo la esperanza de que el sagaz Oscar López y la locuaz 'Marisú' Montero pongan al descubierto todas las fechorías de esta mujer de rostro amable y alma negra.
Vamos a lo que vamos. Cuando en Europa comenzó el runrún de la guerra, Pedro Sánchez no tardó en encontrar en los cajones secretos del palacio monclovita mil millones de euros para hacer frente a los primeros contratiempos. Ahora, cuando Trump le ha enviado una lista con los nuevos aranceles, ha sacado de no se sabe dónde 14.100 millones. Y aún hay gente que le acusa de haber copiado su tesis para doctorarse en Economía. Encima de que nos salva de la ruina, hay quien le pone palos en las ruedas. ¡Qué mala es la envidia!
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