Hoy estaremos con la resaca de los Goya. Supongo que todo habrá ido bien porque los dioses siempre han ayudado a los audaces. Pero dado que esta columna se escribe el viernes por la tarde, no puedo recrearme en festejar lo no vivido. Este fin ... de semana, con Richard y Pedro como figuras estelares de la gran gala, podría calificarse como preámbulo o anticipo de la ansiada capitalidad cultural europea para el año 2031. El inefable Miguel Ríos, nuestro embajador milenario, ha dicho que «esta fiesta del cine español nos proyecta como ciudad», lo que es un aliciente más para el optimismo. O sea, que estamos en el lado correcto de la historia. Quiere decirse que veremos todavía muchos prodigios antes de que llegue el asteroide que anuncia la NASA. Es probable que para esas fechas ya hayamos conseguido el AVE directo a Madrid. Incluso es casi seguro que estén a punto de firmarse los últimos trámites administrativos y los permisos de obras para adaptar el antiguo Cubo de La General a su nuevo destino como Ciudad de la Justicia. El 'Impluvium de luz', diseñado por Campo Baeza para sede de la Caja de Ahorros, como baúl o cofre de nuestros 'chavicos', albergará a las señoras y los señores togados que velan por el cumplimiento de la ley. Al lado de este singular edificio, tildado por muchos como alarde de originalidad y por otros como cajón soviético, se iba a construir el nonato teatro de la Ópera, que fue arrasado por un mal viento. El 'Coro de los esclavos' del Nabucco de Verdi será sustituido por el 'visto para sentencia' de sus señorías.

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Y seguirá el avance, siempre imparable y siempre lento, para ir rematando otras muchas obras pendientes o paradas en esta ciudad cuyos relojes, subyugados por sus inigualables y loados atardeceres, se olvidan de señalar el paso de las horas. Es muy probable, pues, que antes de que llegue el temido meteorito, ya esté en servicio el paso peatonal bajo la autovía diseñado para unir los dos centros neurálgicos de la ciudad, el PTS y el Nevada. Los dos complejos más visitados de Granada. Mucho más que La Alhambra. Cuando el pasado verano se iniciaron las obras, acudieron prestos los plumillas, caminando sobre el peligroso filo de la noticia, para informar del avance de los trabajos, de los imprevistos, de los cortes de circulación, del lento fraguado del hormigón, de los hundimientos en la calzada… Seguíamos, día a día, el avance de las complejas labores de ingeniería. Comentábamos lo importante que era para la ciudadanía esta comunicación entre el hospital y el parque comercial, entre la ciudad del dolor y la catedral del mercado. Un camino llamado a ser el eje de la actividad comercial y sanitaria. Un lujo que permitiría visitar al familiar encamado en Granada y, de una volada, pasar al centro comercial de Armilla para comprar un biquini en las rebajas. No pudo ser. El hado maligno que sopla sobre la metrópoli nazarí ha venido, una vez más, a chafar la ilusión, porque no está claro a quién pertenecen unos pocos metros del camino y, hasta que no se conozca su titularidad, será imposible abrirlo al público.

Son esas cosas extrañas que pasan en Granada. Pero no sólo aquí. También en Valencia, donde aún están esperando las ayudas que prometió el ausente de Paiporta. O en La Palma, donde siguen sin casa muchos de los damnificados por el volcán. Vamos a dejarlo ahí ya que, llegados a este punto, tendríamos que hablar de esas 184.000 viviendas que, sábado a sábado, viene anunciando en los mítines para sus fieles el señor presidente… y podría darnos un golpe de tos. Esas bolas perjudican seriamente la salud. No hay quien las trague.

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