Aquí, donde me refugio de las calores, hay menos moscas que otros años. Los agoreros habían anunciado la llegada de una mosca negra que causa mordeduras dolorosísimas, pero afortunadamente no ha venido… por ahora. Tampoco ha llegado el mosquito del Nilo, que ya lleva algunos ... años picando piel humana en las cercanías del Guadalquivir. La verdad es que un verano sin moscas no es verano. Tampoco lo es sin sequías o incendios forestales, como los de Tenerife o Dúrcal, y olas de calor como la actual con los consabidos cortes de agua. De todo esto hay para 'jartarse', pero de las moscas de toda la vida, esas que interrumpen la siesta y molestan a la hora de la comida, tenemos bastantes menos. No quiero cantar victoria porque todavía queda septiembre, el mes que trae aparejados 'rebaños' de moscas tontorronas, que zumban sobre casetas y plazas de toros en las ferias y fiestas de toda España. Disfrutan más que Puigdemont dirigiendo la política española desde Waterloo. Las septembrinas son esas moscas cansinas, que se pegaban a los labios de los tontos del pueblo o se metían en la boca de los viejos mientras tomaban el sol, que luego retrataba Solana en sus cuadros de la España negra.

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Agustín Monterroso dijo que las moscas «son las vicarias de alguien innombrable, buenísimo o maligno. Te exigen. Te siguen. Te observan». Mira por dónde, aquí también encaja Puigdemont, especialista en exigir, seguir y observar la vida política desde lejos, a la espera de posarse en la nariz de Sánchez. Porque, siguiendo al escritor guatemalteco, «es más fácil que una mosca se pare en la nariz del papa que el papa se pare en la nariz de una mosca. El papa, o el rey o el presidente…». De momento, el fugado –dueño del mando a distancia de la política española, en palabras de García-Page– ha dicho que no quiere volver esposado, sino en loor de multitudes. Dado que va a volver sí o sí, todo apunta a que cuando regrese se posará en la nariz de Pedro. Podría elegir la napia de su vicaria Yolanda, que tiene un plus de personalidad y superficie, pero todo apunta a que aterrizará en la del jefe. ¿Y si resulta que Puigdemont es la anunciada mosca negra? En el diario La Vanguardia se publicaba este jueves que «la mosca negra inocula primero una especie de anestesia para que la víctima no se entere y posteriormente muerde». Al mencionar el periódico catalán, me he hecho un lío y ya no sé si esta cita se refiere a la mosca negra o al moscardón que se peina el flequillo con raya en medio. Lo que tengo claro es que no tardaremos mucho en verlo por aquí. Al tiempo. Retomando las sabias reflexiones de Monterroso, veremos que «la mosca quiere que la envuelvas en esa atmósfera de reyes, papas y emperadores. Y lo logra. Te domina. No puedes hablar de ella sin sentirte inclinado a la grandeza». Por ahí va Pedro, montado en un caballo prieto azabache, a rendirle pleito homenaje. Bueno, ya está bien de moscas, moscones, moscardones y moscas cojoneras.

Este martes, el Rey propondrá el candidato a la investidura como jefe de Gobierno. Ya despachó el viernes con Francina Armengol, nueva presidenta del Congreso, en cuyo currículo figura –aparte de su fobia a la lengua española– haber sido pillada a las dos de la madrugada en un bar de Palma mientras estaban en vigor las restricciones por la covid. Se apuntó el viejo mandato de «haced lo que os diga, pero no lo que yo haga». Cuando sepamos qué trae el correo del zar Puigdemont, lo de Armengol no pasará de 'peccata minuta'.

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