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Puerta Real

La muerte del lenguaje

El cáncer con metástasis que está pudriendo nuestro idioma ataca con más fuerza que la viruela del mono

Sábado, 17 de agosto 2024, 22:57

Cuando veo esas estaciones de tren y aeropuertos repletos de gente que no saben cuándo podrán llegar a su destino vacacional, porque se han estropeado algunas locomotoras o porque una inoportuna Dana impide que aterricen y despeguen los aviones, me acuerdo de aquella baronesa viuda ... de Orchamp, a la que dio vida Gustavo Droz en su novela 'Tristezas y sonrisas'. La dama nunca se avino a los nuevos hábitos, inventos y modas, que en su tiempo eran el telégrafo y el tren. Al primero lo acusaba de matar el lenguaje y echaba pestes contra el ferrocarril por «pasar como un rayo cuando se quiere parar y de pararse cuando es necesario huir». A la quisquillosa señora también le molestaba viajar «en compañía de gente insípida a la cual no se conoce» y «renunciar a la más íntima y elemental de las libertades, la de elegir los compañeros de viaje». Esto de elegir compañía, ahora sólo pueden permitírselo quienes tengan un avión particular o un Falcon oficial. A los demás les toca rodar por el asfalto, cada año más degradado, de carreteras y autovías, o formar parte de la mansa tropa que mira las pantallas de aeropuertos y estaciones de tren esperando el milagro de que su avión o tren salgan a la hora prevista. Les espera todavía la lucha por colocar la sombrilla y reservar mesa para el almuerzo, a fin de que las vacaciones no se conviertan en una angustiosa pesadilla.

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