Llegadas estas fechas, inmensos rebaños de bípedos del norte de Europa abandonan su hábitat y, guiados o abducidos por los folletos que invitan a recorrer mundo en los días vacacionales, emprenden largos viajes para cambiar sus habituales lugares de pasto por el condumio mediterráneo, en ... el que no puede faltar un plato de paella desde las once de la mañana. Los pioneros más famosos de estos largos desplazamientos son escandinavos, sobre todo noruegos, que llegan hasta las playas del litoral latino para someterse a la dura penitencia de tumbarse al sol hasta conseguir que su piel adquiera un color similar al de la gamba roja de Garrucha, o el tono rosado, veteado de añil, que caracteriza a la quisquilla motrileña. Este singular comportamiento, calificado de alto riesgo por los dermatólogos, ha sido objeto de estudio en los cursos de verano de distintas universidades con desigual resultado. Analizar las causas y las consecuencias de este tipo de conducta grupal sigue despertando también un inusitado interés entre los más afamados antropólogos. En este iniciático viaje desde las húmedas brumas del Ártico a la inclemente radiación solar del litoral andaluz, los rabadanes y guías de rebaños humanos suelen incluir un desplazamiento matinal a Granada para enseñarles la Alhambra. El diario desfile de estos pieles rojas que caminan sonrientes desde Neptuno a Plaza Nueva ya forma parte del paisaje de la ciudad.

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Últimamente, entre la gente del sur se ha puesto de moda devolverles la visita y las agencias de viaje programan vacaciones a bordo de grandes cruceros para adentrarse en los fiordos de Noruega, esos golfos excavados por la acción de los glaciares, que son fotografiados a placer por los pasajeros. Dicen que esta actividad ayuda a mantener activa la memoria de las personas mayores cuando, a la vuelta del viaje, intentan dar nombre a esas angosturas acuáticas que retrataron mientras admiraban el atormentado y bello paisaje. Poder distinguir el Geirangerfjord del Aurlandsfjord, o el Nærøyfjord del Lysefjord es una habilidad que no está al alcance de cualquiera. Sólo con intentar leer esos nombres me lío. En fin, ya se sabe que vivimos un tiempo en el que las ovejas marcan la moda y ganan las batallas. La trashumancia tiene miles de excitantes veredas y la pasión por viajar se ha convertido en una obligación ineludible para todo el mundo.

A quienes huimos de estas excursiones con olor de multitud suelen mirarnos como bichos raros. No está de moda ser diferentes. Qué le vamos a hacer. Nos prefieren tan gregarios como las ovejas del Honrado Concejo de la Mesta. Piensan que las vacaciones bajo la sombra de una parra, un paseo por el campo entre pinares y un buen vaso de vino son cosa del pasado. Me apunto a ese pasado y a viajar a mi aire. Me gusta la gente que vio don Antonio Machado cabalgando «a lomos de mula vieja», «y no conocen la prisa ni aun en los días de fiesta», los que «donde hay vino, beben vino; donde no hay vino, agua fresca». Si usted es de esos, le propongo que visite Covarrubias. Podrá ver la pintura flamenca de los Reyes Magos, el torreón de doña Urraca, el cementerio de la película 'El bueno, el feo y el malo' y el sepulcro de Cristina de Noruega, la princesa casada con un hijo de Fernando III el Santo, que murió en Sevilla a los 28 años de edad por causa del calor. La leyenda –que siempre se impone a la historia– dice que murió de melancolía añorando su país natal. Algunos de esos vikingos que vienen a enrojecer su piel en nuestras playas se desplazan hasta allí para honrar su memoria. Siempre hay rosas frescas sobre su tumba.

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