Ya mismo, como las golondrinas, diputados y diputadas saldrán en tromba los fines de semana hacia ciudades y pueblos para apoyar a los alcaldables y mostrar ante sus incondicionales los presuntos logros de sus partidos. Lo que toca ahora son elecciones municipales, no generales, pero ... da igual. Vienen de refuerzo, para ayudar a los suyos y dar caña a los contrarios. Sorprende que aún queden ingenuos, de memoria de pez, que no retengan esa imagen que el Congreso transmite a diario de poltronas vacías. La viva estampa del desafecto entre el pueblo y sus representantes. Ante este deprimente panorama, uno echa de menos a los viejos profetas –con barbas hasta la cintura, calzoncillos de piel de cordero, enarbolando un cayado mientras prometían venturas o anunciaban calamidades, con mirada enfebrecida y voz de trueno– o a las sibilas de la antigua Roma, que en la soledad de sus templos eran capaces de conocer el futuro. Los adivinos hacían su agosto, aunque no siempre acertaban. Las falsas predicciones y promesas conllevaban la mofa, el cachondeo y, a veces, la lapidación. Las pitonisas y los augures actuales son más romos y sólo aciertan cuando se equivocan. Pero los elegimos libremente y ahí están, dando prueba de nuestro desacierto. Brillan con luz de mechero sin gas, por lo que es muy difícil que puedan vislumbrar el futuro. Su falta de ingenio los lleva con harta frecuencia al insulto faltón y torpe, más propio de pandilleros de barrio y de maras latinas que de padres de la patria. Hay hasta quien se equivoca a la hora de votar. Eso por no hablar de quienes aprueban leyes sabiendo que son engendros.
Publicidad
Por todo lo dicho y visto, también se añora la presencia de tipos como aquellos de la edad dorada que gustaban de mirar al infinito para buscarle sentido a la vida. Pasaban días sumidos en profundos pensamientos, que luego transmitían a los encargados de pastorear pueblos dóciles o alocadas manadas. Eran tipos como Solón o Pericles, que crearon el embrión de la democracia en Atenas con virtudes como el autocontrol y el respeto entre iguales. Pero, mira por dónde, nos hemos topado con individuos que dicen querer imitar a Pericles, si bien, desconocedores de toda la biografía del padre de la democracia, sólo se acuerdan de la etapa en que el griego visitaba el burdel de Aspasia, a la que éste consideraba mujer sabia y entendida en política, según cuenta Plutarco. Esta prójima era una mujer con tal arte e influencia que «logró conquistar a los responsables de la política». A ella se refería el comediógrafo Cratino llamándola «concubina de ojos de perro». También cuenta Plutarco en sus 'Vidas paralelas' que el primer ateniense que convivió con Aspasia tras la muerte de Pericles fue un tratante de ganado, un tal «Lisicles, de índole baja y humilde». No digo yo que este Lisicles tenga algo que ver con el Tito Berni, pero lo que sí dicen los papeles publicados es que el político canario socialista pasó de cuidar sus cabras a director general de Ganadería del Gobierno canario y de ahí al Congreso, donde una vez adquirida la categoría de político profesional tenía todos los boletos para emular a Pericles y buscar una mancebía en que las nuevas Aspasias le proporcionaran el merecido descanso. Y a fe que lo hizo, según cuentan las crónicas de esta democracia menguante.
El morbo de Tito Berni es mucho morbo y va a adobar y sobrevolar toda la campaña, pero sería interesante que hablaran los alcaldables más que los visitantes, para que nos digan qué ciudad prometen y para que escuchen qué ciudad queremos.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.