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El primer día de mayo, con su Fiesta del Trabajo, era el portón por el que entraba en Granada la alegría de las Cruces. Una vez que los sindicatos, cada año más esclerotizados, habían cumplido con su desfile de pancartas y banderas, se anunciaba la ... juerga. Claveles, lebrillos, macetas y mantones de Manila tomaban el relevo esa misma tarde y reventaban calles, patios, escaparates y plazas adornando las Cruces, como manda la tradición. Algunos plumillas encontrábamos un hueco para celebrar el Día Mundial de la Libertad de Prensa en la mañana del día 3. También este año asociaciones y colegios de periodistas anunciaron la celebración de actos, diversos y diferentes, en defensa de esa pregonada libertad, que no es entendida por todos de igual manera. El periodismo, como todo el mundo sabe, es un oficio plural y libre, como la vida misma. Y está mal pagado. En el acto convocado por la Asociación de Periodistas de Granada se volvió a reclamar el diálogo, el debate cívico y la libertad de expresión como condición imprescindible para la convivencia.
Como lamentablemente sabemos, no todos entienden de qué va esto de la libertad de información y opinión como condición imprescindible para convivir y respetarnos. O no lo quieren entender. Cuando Pedro Sánchez reapareció bajo el porche del palacio presidencial de la Moncloa, tras el esperpento de sus cinco días de meditación, dejó claro que quería hacer una limpieza en el Poder Judicial y en los medios de comunicación. En algunos ambientes ya empieza a oírse a lo lejos el ruido de la motosierra. A los medios independientes y libres les espera más de un sobresalto. Las lenguas viperinas dicen que ahora se venden más periodistas que periódicos. No deja de ser una boutade, pero sí es cierto que aumenta a ojos vista el número de informadores apesebrados. Ni éstos, ni los especialistas en remover el fango con intereses inconfesables, me merecen respeto alguno. Lo que me preocupa es esa amenaza hacia los medios libres e independientes, que el sanchismo califica de 'fachosfera'. Por ahí no arde el puro. Sabemos sobradamente que la verdad no es su fuerte, que no se inmuta cuando esos medios que no le gustan reproducen declaraciones suyas de las que ahora reniega. Dice que él nunca miente sino que cambia de opinión. Eso es un inmenso dislate, una desagradable estupidez que, sin embargo, sus fieles le han comprado y la jalean. Allá ellos. «Una mentira nunca puede deshacerse. Ni siquiera la verdad es suficiente», escribió Paul Auster en la 'Ciudad de cristal'. Sería muy pretencioso pensar que el genial escritor norteamericano que nos acaba de dejar estuviera pensando en Pedro cuando se le ocurrió este pensamiento, porque lo escribió en 1985, pero de lo que no cabe duda es que la cita es tremendamente oportuna.
Feijóo declaraba el otro día que es el lector quien debe discernir qué periodismo es bueno, malo o regular, y que «es el criterio profesional en primer orden y posteriormente la ciudadanía la que debe otorgar valor a las informaciones, sin necesidad de un Gran Hermano del gusto gubernamental que vigile la calidad y probidad del periodismo». Si esto es 'fachosfera' para Sánchez, es que tiene un evidente problema de percepción de la realidad. Llevamos ya mucho perdido en libertades y el cielo sigue lleno de nubarrones. Me pregunto qué sería de estos mandatarios si la ciudadanía libre les prohibiera prohibir.
Mayo es el mes de las flores y cuando los capullos abren y esparcen su fragancia, tras convertirse en flor, notan que es mejor la libertad que el encierro. ¿Lo entenderán algún día quienes cuidan el rebaño?
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