En 1976 el periodista Ignacio Carrión publicó 'Querido señor Rey', una antología de cartas de los niños españoles al monarca que acabábamos de estrenar. Muchos de ellos le pedían que no hubiese guerras, ni huelgas o que bajaran los precios. Uno de los peques, que ... apuntaba maneras, le decía: «Te escribo esta carta para pedirte un favor, que me alquiles un avión para irme yo y mi familia a Alemania». Una niña le comunicaba que se quería «casar con su hijo para luego ser reina». La firmante no se llamaba Letizia, sino Rosario. Otro, más espabilado, puntualizaba: «En otras naciones cada persona dice lo que piensa, en cambio en España lo dices y te encarcelan». También hubo quien le invitaba a que «haya más paz y unidad en España, que se está convirtiendo en un país lleno de terroristas». No faltaban los que lo confundían con un rey mago y le pedían «una guitarra» o «muchas monedas del Rey y duros», o «que arreglasen España y la dejasen más bonita, como Disneylandia más o menos». Es probable que estas criaturas, ahora cincuentonas, al toparse con el lodazal de las fotos y audios de Bárbara Rey y Juan Carlos I que se han publicado en las últimas semanas, se pregunten qué han hecho para merecer esto. No es fácil dar respuesta a un juguete roto.

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Tampoco es fácil para los votantes comprobar que sus votados no leen lo que tienen que leer o, peor aún, que les falta la comprensión lectora que se exige a los alumnos de EGB. Aunque Feijóo haya reconocido como «error injustificable» esa tremenda metedura de pata de sus diputados aprobando la ley que permitirá acortar las penas de prisión a 41 etarras, el bochorno tardará mucho tiempo en olvidarse. No se pueden escudar en que la ley iba a salir adelante aunque votaran en contra PP y Vox. Ese argumento no vale. Si quienes tenían que leer el texto de lo que se iba a votar no lo hicieron debieron dimitir, aunque no se les aceptara. Si lo leyeron y no entendieron lo que leían es para poner tierra de por medio. Pero ¡ojo! que estos dislates no sólo pasan en el rebaño pepero. ¿O es que ya nadie se acuerda de que, a instancias de Podemos, el PSOE aprobó la ley del 'sí es sí', que conllevaba aliviar las penas a los malos? Y entonces sí hubo muchos diputados que sí se leyeron el texto y se percataron del error y lo advirtieron. Pero se trataba de «mantenerla y no enmendarla» y salió el carajal que todos conocimos. Más tarde se remedió, cuando el mal estaba hecho. Toda la bancada socialista en bloque aprobó aquella ignominiosa ley que tanto agradecieron los agresores. También esto es para meter la cabeza bajo tierra. No lo hicieron y que no se olvide que las ponentes eran mujeres. Así que cada cual aguante su vela. En estos casos, el refranero aconseja mirar el ojo propio por si hubiera cataratas, antes que criticar el ajeno, ya que quizás sólo sea un ojo vago.

Antes era el otoño el que traía la tristeza. Ahora es el desencanto el que tiñe de melancolía el alma. Nada tienen que ver la lluvia y las tardes menguantes con este torrente de decepción y bazofia que nos caen encima. No hay día sin que aflore un caso de corrupción, pero el giro que va tomando el 'caso Koldo' es preocupante. ¿Cuándo parará esta sinrazón de un gobierno al que día sí y día también le estalla un escándalo y convierte la gobernanza en un ring? ¿Hasta cuándo abusará Pedro de nuestra paciencia? ¿Cuándo la oposición dará muestras de estar preparada para gobernar? ¿Qué opinión tienen de la política esos 54 granadinos perjudicados por el empresario que presuntamente financió ilegalmente la campaña de Alvise? Muchas preguntas como para ponerse a platicar ahora del triunfalismo con que el primer Óscar de Sánchez habla de nuestro tren.

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