El pasado sábado, día 20, un incendio obligó a desalojar a 70 familias de la Sotanilla, en Huétor Santillán. Las llamas quemaron la antena telefónica y los abonados de Movistar nos quedamos sin cobertura. Ni teléfono, ni ordenador, ni tele. Pasaron tres días hasta que ... se recuperó la normalidad. Tras maldecir en todos los idiomas a los pirómanos, intenté buscar el lado positivo de este infortunio, que nos había trasladado a 30 años atrás, cuando hablábamos con los vecinos cara a cara, o con la familia a través de un teléfono público en la gasolinera, al que acudíamos muy de tarde en tarde. Fueron 72 horas en busca del tiempo perdido, que finalizaron cuando cesó el humo. Y hemos vuelto otra vez a la puñetera pantalla del móvil, que ya es una prolongación de la mano.

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En fin, todo en su orden habitual. Un día a la semana aparca junto a la puerta el furgón del tapicero con el altavoz a todo volumen para amenizar el desayuno. A la hora de la siesta llega el camión que vacía los contenedores de cartones y plásticos, que el Ayuntamiento ha tenido a bien colocar frente a casa. A la mañana siguiente aparece el que recoge los vidrios del recipiente verde, con un atronador ruido de cristales rotos, que desata entre los perros de la vecindad un largo concierto de ladridos. Por la noche, cuando ya han dado las doce en todos los relojes, un tontolaba da tres pasadas a todo trapo sobre una moto a escape libre, como acostumbra desde tiempo inmemorial.

Ya ni asusta. El susto llega cuando prensa, tele y redes informan del pastizal que nos va a costar a los contribuyentes la creciente extorsión a la que el independentismo catalán somete a Sánchez para mantenerlo en el poder. También habría que comentar las consignas matinales que el amado líder da a su gente para vapulear a la derecha. Agotadas todas las variantes de fango, han mutado en «no hay caso Begoña», «no hay nada de nada», «es una persecución política» y cosas así, del asunto de la esposa del 'presi' –publicitado por él mismo tras su retiro espiritual–, y que su fiel infantería va repitiendo con obediencia lanar en la emisora amiga, en la prensa dócil y en las comparecencias públicas. Nada que objetar porque la opinión es libre y allá cada uno con su conciencia. Sólo tengo curiosidad por saber si las directrices y el lema brotan de algún artilugio de Inteligencia Artificial, si surgen de cerebros con imaginación roma, o si nacen en las meninges de Puente, Montero o Patxi López. Deseando estoy que llegue agosto, por ver si nos libramos de su confusa logorrea, pero me temo que irá a más.

Me queda un último apunte sobre la actualidad más cercana, que afecta a la Obra Social del Padre Manjón y que ha sido atacada –no con mala fe, pero sí con precipitación– en este diario. Créanme que sé muy bien lo que significa para un padre o una madre tener un hijo diferente. Entiendo las primeras declaraciones de la mamá de Carolina, pero no se contrastó la información, que es un mandamiento fundamental en periodismo, y un comentarista se pasó de frenada. El asunto está ya solucionado. Carolina tendrá sus vacaciones junto a un monitor, que ha renunciado a sus vacaciones para estar junto a ella. La dirección de la Escuela no ha tenido que 'reconsiderar' nada, sino que ha buscado una solución satisfactoria. De la gran labor que lleva a cabo esta Obra Social en Almanjáyar hay suficiente constancia en este diario y merece un reconocimiento. El mío ya lo tiene.

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