Si en su reciente resurrección Chaves hubiera aparecido con barba, habría dejado para la posteridad la imagen impagable de un prócer decimonónico, o de un nuevo Moisés agitando las tablas de la ley ante su fiel infantería. Al comenzar su sermón en el Sinaí sevillano, ... solo faltó que se rasgaran los cielos y un índice poderoso lo señalara como el líder de un futuro imperfecto para sus leales. Era la viva imagen de un pastor protestante en las películas del Oeste. Qué serenidad, qué aplomo, qué contundencia en su discurso acusando a esos jueces que no saben nada de Derecho. Se pasó de frenada y la boutade nos hizo recordar que su actual jefe, sin saber de Economía, es doctor en la materia. Me quedo con el meollo de su homilía, dura y directa al corazón. Una arenga que desató lágrimas y aplausos. Ni don Pelayo lo pudo hacer mejor al anunciar la reconquista en Covadonga. Verlo aparecer, con su rotundo y redondo cráneo de pretor romano, proclamando que lo que ocurrió no ocurrió y que los corruptos fueron los jueces de la Audiencia de Sevilla y del Supremo fue como un rayo jupiterino. También hubo leña para los periodistas que destaparon los tejemanejes de los ERE y para la oposición, por supuesto. Se echó en falta que una boca amiga le dijera aquello de 'Manué, no t'arrimes a la paré, que te va'llenar de cal, de cal'.

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Pero se arrimó y Manolo, el bueno de Manolo, nos trajo a la memoria los impagables buenos días vividos en aquella época de vacas gordas, en que a veces se le trabucaba la lengua y nos hablaba de 'minoyes' en vez de millones. Porque había 'minoyes' para todos y todo. Incluso se les regalaba un ordenador a los chaveas para que se pusieran al loro en aquella Andalucía que iba a ser la California de Europa. Muchos de aquellos ordenadores aparecían luego en el mercadillo de la 'Marcha Verde', pero ya se sabe que entre la chiquillería siempre hay alguno que hace trampas. Lo normal, vamos. Eso era 'peccata minuta', pura anécdota, para una ciudadanía que miraba por encima del hombro a los mileuristas. Qué tiempos aquellos en que los sindicalistas, con una gran bandeja de mariscos por delante, se hacían selfis para enviar a la peña. Aquello era vida. Sin pizzas ni hamburguesas y sin pan de trigo sarraceno.

Manolo, el bueno de Manolo, en sus campañas electorales nos prometía que iba a hacer hospitales públicos con habitaciones individuales. A las amas de casa les aseguraba que les daría una paguilla. No pudo llevar a cabo estos compromisos en su larga etapa al frente de la Junta porque se le desalinearon los chacras, o porque algún cenizo lo miró malamente, pero no desiste de llevarlo a cabo en un futuro indefinido. No hay que perder la esperanza. Si la muchachada de la selección pide que Gibraltar vuelva a ser español, por qué sus fieles no van a pedir que Chaves vuelva a presidir la Junta para rematar esos centenares de proyectos y promesas pendientes. ¿No compiten dos ancianos por la presidencia en Estados Unidos? ¿Por qué no también aquí?

La imagen de Chaves, atizando a su grey en plena ola de calor, será tan icónica como aquella foto del 'clan de la tortilla', en la que el bueno de Manolo, entonces con melena, ejercía de alma de la fiesta, junto a González, Guerra y el gafe Yáñez, entre otros. Al recordarlo, me ha apetecido una tortilla de patatas y no hay huevos en la nevera. Bajaré al súper porque a las papas –y a lo de Manolo– siempre hay que echarle huevos.

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