Las estrategias del lenguaje
Cuando digo yo que un autor es muy retorcido estoy pensando en la 'perífrasis',decir las cosas mediante un rodeo de palabras
josé maría becerra hiraldo
Sábado, 21 de noviembre 2020, 01:16
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
josé maría becerra hiraldo
Sábado, 21 de noviembre 2020, 01:16
El lenguaje, escrito o hablado, es un arma poderosa frente a los lectores u oyentes. Se puede poner uno frente al lector, no con el lector, ni al servicio del lector. El que quiera leer, que se atenga a las consecuencias. Aviso. Uno no es ... de fiar. Algo tramo. Algo pretendo. Algo busco. Cuidado que, como dice el prof. Bellón, tengo carica de morir y culico de vivir, es decir, que uno parece que va a sucumbir pero al final gana. ¿Cuáles son las armas del escritor? Pongamos una, la lisonja, alabanza afectada para ganar la voluntad de alguien. Tú dices, ¡viva el Real Jaén!, aunque no lo sientas, y ya te has ganado la empatía de todos los jaeneros. Pongamos otra, la falsa humildad, presentarse a alguien como no experto en algo para lograr su benevolencia, su atención, su estima. Pongamos otra más, la provocación, buscar una reacción de enojo en alguien irritándolo o estimulándolo con palabras u obras: «No te entrara un cólico miserere».
El escritor puede acudir a disfrazarse de bellas palabras para atraer a los lectores. Como la flor que se viste de galas para que el insecto venga, coma y esparza el polen polinizador. ¿Quién no se siente atraído por la sonoridad de las eses de este endecasílabo de Lope de Vega: «Pastor, que con tus silbos amorosos», o la repetición de las efes (los retóricos hablan de 'aliteración') en este verso de san Juan de la Cruz: «Ni cogeré las flores/ ni temeré las fieras/ y pasaré los fuertes y fronteras».
¿Quién no se sorprende por el valor caracterizador del epíteto bien usado y a tiempo: «Pedro I el Cruel». O el epíteto distinguidor que se coloca delante: no es lo mismo 'hombre pobre' que 'pobre hombre', ni 'amigo viejo' que 'viejo amigo'.
Algunos escritores son muy subidos y retorcidos, y te llevan al huerto. Dice el restaurador: «Ven a mis manteles, el despertar de los sentidos». Recuerdo que el Torra decía que había comido 'escudella con butifarra' y que se podía despertar por los dos sitios, el de abajo y el de arriba. ¡Qué manera más impúdica de estropear la metáfora! Recurso que en boca de Pasión Vega suena así: «María se bebe las calles», y en Sabina así: «Me dejó un neceser con agravios»; y en san Juan de la Cruz con la vuelta del amor a lo divino: «Volé tan alto, tan alto/ que di a la caza alcance».
Otra figura retórica es el 'símil' o la comparación que utiliza Sabina al cantar aquello de: «Y de pronto me vi como un perro de nadie». Los retóricos también cuentan con la 'antítesis', la oposición de una palabra o una frase a otra con significación contraria, como en «Que muero porque no muero» (esto es de santa Teresa, con la venia y perdón de los animistas de antes y de ahora).
La 'paradoja' consiste en la unión de dos ideas opuestas que resultan contradictorias, pero que sin embargo pueden estar encerrando una verdad oculta: «Oh muerte, que das vida», «solo sé que no sé nada. La paradoja tiene la función de causar asombro e invitar a la reflexión sobre una realidad mucho más compleja de lo que pudiera parecer en un primer momento.
Podemos acudir a la 'concatenación', figura formal, en la que se retoma en cada verso o frase la última palabra del anterior. Lo vemos en Machado (Antonio, porque el otro es un versador colorista de tres al cuarto): «La plaza tiene una torre, / la torre tiene un balcón, / el balcón tiene una dama, / la dama una blanca flor». En la 'gradación' se enumeran una serie de elementos en la que se sigue un orden progresivo. Con frecuencia se trata de una gradación ascendente: «el viento mueve, esparce y desordena» (Garcilaso de la Vega); aunque también puede ser descendente: «en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada». (Góngora).
La 'hipérbole' es una exageración que deforma la realidad más allá de lo verosímil: «Érase un hombre a una nariz pegado» (Quevedo). ¿Y cuando lanzan una pregunta que no espera respuesta, la llamada 'interrogación retórica'? Pues solo buscan intensificar aquello que expresan. Ahí va una de Zorrilla: «¿No es verdad, ángel de amor,/ que en esta apartada orilla / más pura la luna brilla / y se respira mejor?». Voy a recordar otra figura, la 'sinestesia', que es mezclar sentidos, la 'soledad sonora' (vista-oído) de san Juan.
Hay escritores que emplean el 'pleonasmo' o la redundancia de una idea para conseguir mayor fuerza expresiva. Muy frecuente en los cantares de gesta, es conocido el ejemplo: «De los ojos tan fuertemente llorando». El mío Cid no podría llorar más que de los ojos. Tengo oído que RNE se sabe el tema de Pe a Pa.
Cuando digo yo que un autor es muy retorcido estoy pensando en la 'perífrasis', decir las cosas mediante un rodeo de palabras. Es lo que hace Góngora: «Era del año la estación florida», o sea, primavera. Con frecuencia se usa en el tabú: «donde la espalda pierde su honroso nombre», el culo.
Todas estas figuras o triquiñuelas del lenguaje se han enseñado durante cinco siglos en las Escuelas Superiores de Gramática y Retórica. Esas universidades medievales, Baeza, Jaén, Granada, Antequera, Osuna, Sevilla, que han jalonado transversalmente nuestra tierra. Siglos XV a XIX.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.