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Una de las pruebas infalibles de la culpabilidad en política es cuando te dedicas a culpar a todos según vayan apareciendo evidencias que dejan al descubierto tus errores. En el caso de este gobierno negligente e inútil la culpa es, prácticamente, absoluta, porque apenas quedan ... comodines que aún no hayan usado para desviar su responsabilidad. Primero fue algo que no se podía saber; después no tienen que arrepentirse de nada; luego, algunos empiezan a asumir que algo se haría mal; para finalmente encontrar la fórmula expiatoria: la gente tampoco lo vio venir y, además, todo el mundo está igual que nosotros.
Políticamente, claro está, dicha evolución de desvergüenza se traduce en la manipulación mediática casi absoluta para el lavado de cerebro del ciudadano, con el fin no solamente de alcanzar la irresponsabilidad ética absoluta, sino cargar la responsabilidad de las muertes a los recortes en sanidad del PP. Obviamente, en todas estas estaciones anteriores encontrar algo de verdad es casi tan probable como que aciertes la quiniela.
Llega un momento donde a la sociedad hay que decirle una evidencia ya más que constatada durante esta crisis: los políticos que tenemos son el reflejo de lo que somos. Lamento decir que si nuestra elite política está mostrando todas sus miserias y limitaciones, los españoles no nos estamos quedando atrás. Frente a la publicitada 'España de los balcones' y demás fórmulas de catetismo chovinista, estamos viendo un país estremecedoramente infantilizado, anestesiado moralmente hasta el espanto y ayuno e ignorante de una ética del respeto y de la responsabilidad que se demostrarían en un lugar con decenas de miles de muertos que respetase a sus muertos y se dignificase a sí misma.
Cuando empezó la moda del aplauso a las 8 para nuestros sanitarios me pareció un gesto tan inútil como respetable que podría entenderse desde el plano emocional y simbólico.
Sin embargo, este aplauso se ha ido convirtiendo en diversas formas de fiesta y jolgorio que se complementan con vídeos de algunos médicos y enfermeros haciendo bailes o 'procesiones' dentro de los hospitales, jaleados en redes por miles de usuarios que les parece 'lo más grande' y lo que Europa 'envidia de España'.
Paralelo a esta deformación emocional y estética nos intentan convencer las 24 horas del día que somos unos 'héroes' por quedarnos en casa, con una televisión pública que ha rebasado todas las líneas rojas de decencia al emitir una serie donde podemos ver el lado 'más divertido' del confinamiento, con uno de los Bardem haciendo el chiste de un niño cargado de coronavirus que puede matar a un viejo con solo mirarlo.
Pero la realidad es que llegamos tarde a tomar las medidas de la cuarentena, y estamos ya alargando este dudosamente constitucional estado de alarma sin que el gobierno sanchista tenga más plan que esperar a que se arregle esto porque sí y podamos volver a salir a la calle. España no puede seguir parada, y la responsabilidad de su gobierno es trazar ya un calendario de reactivación social y económica porque la parálisis perpetuada solo nos acerca cada vez más al abismo.
Es llamativo ver a toda esta izquierda populista salida del 15-M asegurar que no se va a dejar tirado a nadie y que el gobierno esta vez no va a rescatar a bancos, sino a la gente. Toda esta basura argumental e ideológica por supuesto que es falsa e imposible de realizar. Y, por supuesto, que todas estas declaraciones soviéticas de parte del gobierno de España crean desconfianza y reticencias en la Unión Europea a la hora de atreverse a aprobar un plan de reactivación económica que nos ayude a los españoles.
Seguimos, una semana más, dándole vueltas a la necesidad de un pacto multipartidista, con la advertencia por parte del socialismo de que es prioridad que Podemos esté en él y que Vox sea excluido. Casado, que no sabe si ser Montoro o Fraga, sigue sin definirse, y Arrimadas es la que parece más decidida a ejercer como la única con sentido de Estado con el objetivo de rescatar a los españoles, aunque eso signifique dar oxígeno al gobierno.
Y esto sí que es patriotismo del verdadero: sentarte a negociar por el bien de tu país con alguien del que sabes, a ciencia cierta, que solo le mueve la ética del escorpión.
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