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El jueves por la tarde recordé aquellos primeros años de los setenta del siglo pasado, con un Granada en primera, que hacía amigos por donde pasabaPitaba yo aquella mañana en el campo de la Federación, un At. Zaidín- Deportivo Zaidín, con todos sus alicientes, Cepillo, los hermanos Herrera, en fin un duelo en la cumbre, y en un momento me acerqué a la banda para tomar nota de un cambio, ... cuando desde la grada una voz me dijo: «Cuando termines te espero en 'La Cruzada'». Era mi buen amigo, Mariano Sánchez Osorio, por aquellos años, delegado de campo del Granada. En la cafetería apurábamos unos refrescos de cola, cuando me preguntó si el domingo siguiente pitaba fuera. Le contesté que iba de juez de línea con Montes Espigares a Marbella, pero que llegábamos a tiempo de asistir al viejo Los Cármenes, para ver la presentación en Granada de Johan Cruyff con el Barcelona. Se alegró, porque quería que hiciera un poco de anfitrión en la tribuna cubierta de dos amigos muy especiales: El trompetista Rudy Ventura, culé legendario, y el cantante Bruno Lomas.
Nunca olvidaré el pre partido, descanso y post partido, en compañía de aquellas personas extraordinarias, de gran sentido del humor, y del eterno vicepresidente del Barcelona y presidente de honor, Nicolau Casaus, con su inseparable puro y la educación más exquisita que he podido encontrarme en un dirigente del fútbol español. La tarde fue tan inolvidable, que casi cincuenta años después la recuerdo como hoy. Cada uno defendíamos nuestros colores con ademanes victorianos, con la sonrisa en la boca y el abrazo deportivo sin distinciones provincianas, y eso que a Johan Cruyff lo tuvieron que retirar en camilla los de la Cruz Roja, eran los tiempos de Fernández, Aguirre Suárez, en fin, que a pesar del resultado lo que queda de una tarde histórica es el ambiente selecto y educado, el sonido de la trompera de Rudy en el estadio, aplaudido por los presos de la cárcel desde sus ventanas. La charla con Nicolau, del que tanto aprendí, y los chistes de Bruno Lomas, el cantante de moda de tan inesperado y trágico final.
Una experiencia irrepetible, que tuve la oportunidad de disfrutar, gracias a mi amigo Mariano Sánchez Osorio, el del apretón de manos fuerte y la carcajada franca. El jueves por la tarde, cuando vi por primera vez en la historia a nuestro Granada jugar en Europa y ganar por goleada, no pude resistir la tentación de acordarme de él, y pensar lo que hubiera disfrutado de ese momento. Antonio Lasso sabe muy bien, y mejor que yo, de qué etapa hablo, cuáles eran los personajes, y cómo fueron aquellos primeros años de los setenta del siglo pasado, con un Granada en primera, que hacía amigos por donde pasaba. Cómo sería entonces, que hasta el At. de Bilbao cuando jugaba en Granada iba a la misa de doce a la Basílica de las Angustias, momento que aprovechábamos los periodistas para conseguir algunas declaraciones, hasta del mismísimo José Ángel Iribar. Eran tiempos en los que en el fútbol se hacían amigos para toda la vida. A mí me pasó con Mariano Sánchez Osorio.
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