Repasando estos días los versos de Cernuda, de Jaime Gil de Viedma, de Vicente Aleixandre, me preguntaba sobre el sentido de su estética poética y literaria. Ahora, al escribir estas líneas me vuelve a invadir la idea de la estética, me pregunto sobre mi propia ... estética al escribir, al escribir estas columnas de etérea pisada. ¿Acaso alcanzo algún grado apreciativo de armonía, de belleza, de capacidad o de habilidad? ¿Cómo entiendo la experiencia estética, esa particular manera que tiene el ser humano de encontrarse con el mundo, los fenómenos, las circunstancias, los objetos las percepciones y que de algún modo conmueve.? Esta experiencia puede ser definida como un modo de encuentro con el mundo que produce en quien lo experimenta un placer, un conjunto de impresiones y un tipo de discernimiento que puede considerarse de tipo estético. Para llegar a dicha comprensión estética se hace necesaria una atención activa, apertura mental especial y una contemplación ausente de interés personal.
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Estética en su etimología proviene del griego y significa sensación, percepción, conocimiento. Extendida más allá de la filosofía (ámbito en el que el término nació) que ahonda en la belleza y en las obras de arte, establece vínculos con cualquier ámbito de la vida. La estética implica además detener la percepción, retardar su fugacidad, recrearse desde lo profundo en la apreciación. Vivimos en una época de 'experiencias': culinarias, de aprendizaje, sexuales, empresariales, extrasensoriales, alucinatorias... El verbo experimentar y todo un conjunto de términos pertenecientes a su familia léxica son frecuentes en nuestro lenguaje.
Sería curioso interpretar lo que cada persona entiende por experiencia, porque la palabra está sirviendo hoy para múltiples significados con semántica muy diferente. Según Platón el alma se eleva por medio de la experiencia del amor y la belleza. Como indica Hans-Georg Gadamer «la función ontológica de lo bello consiste en cerrar el abismo abierto entre lo ideal y lo real». Jon Dewey señala que «la vida necesita del arte, y el arte está ya en la vida misma cuando ésta es vivida con intensidad y plenitud». Así, a través de la experiencia estética la existencia adquiere un nuevo sentido más profundo que puede ser considerado sublime.
La experiencia estética enaltece nuestra condición de hombres, y en esa búsqueda de sentido de nuestra existencia, la prosa, la poesía, las artes, la filosofía, nos acercan al mundo, al ser de las cosas, a la vida y a la muerte. Pero no olvidemos como señalaba Saramago que la estética no es nada sin la ética y en definitiva sin una reflexión crítica. Igualmente en la experiencia estética, en el acto de escribir, hay una percepción espiritual, anímica. La experiencia artística por momentos nos rescata de un universo falaz, y banalizado. Pensar con los sentidos y sentir con la mente puede ser, aunque ramplón, un buen resumen de lo que hablamos.
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Nuestra autonomía personal, la convivencia, dependen especialmente de nuestra experiencia estética de nuestra apreciación sensible de la armonía de las cosas. La escritura hace del lenguaje una de las experiencias estéticas más sublimes. Ahora necesito que la armonía aliente el corazón de cada una de las palabras que componen este artículo. Así percibo el corazón de mi existencia en una experiencia arrebatadora, un aura que justifica la luz que busco cuando pienso en negro sobre blanco.
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