Evitar el consumo de tabaco, es importante realizar ejercicio físico diariamente, evitar la carne procesada y limitar el consumo de carne roja… y así hasta doce recomendaciones para la prevención de «la terrible enfermedad que no entiende de edad» impresas sobre un cartel fijado a ... una puerta cualquiera del Hospital Torrecárdenas. En un lado de esa puerta, a pocos días de finalizar el verano de 2015, comenzabas con el tratamiento para afrontar otra de tus cruzadas. Al otro, me lamentaba pensando en que quizás eras el único bicho raro que conocía capaz de cumplir con esas doce recomendaciones a rajatabla. Lo tuyo, me decía, solo podría ser genético o cosa de exposición a determinadas sustancias con las que los humanos nos hemos encargado de nutrir al medio ambiente.
El medio ambiente, sería paradójico, ese por el que siempre peleaste como profesional del derecho para ganarte la vida y de forma altruista en un ejercicio de participación ciudadana funcional, esa necesaria participación pública en la que tanto creías y que tanto nos inculcabas. Esa convicción personal que te llevó a mediados de los noventa del siglo pasado a formar parte de los profesionales de diferentes ámbitos que crearon la Fundación Nueva Cultura del Agua, cuya Presidencia ocupaste hasta hace poco tiempo, con el objetivo de recoger, integrar, generar y transmitir conocimiento y valores humanos para promover la adopción de la Nueva Cultura del Agua, entendida ésta como un cambio de paradigma orientado a una consideración ecosistémica y patrimonial del agua. La contribución a la mejora de la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual, con tu extensa dedicación a la asociación almeriense A toda vela, es también un claro ejemplo de tu infinito compromiso con la sociedad a través de la participación ciudadana.
Desde tu condición de Profesor Asociado, por convicción, del Área de Derecho Internacional Público de la Universidad de Almería nos transmitiste tus conocimientos como abogado especialista en medio ambiente, agua y derecho internacional, esos que también siempre pusiste al servicio de los movimientos sociales y medioambientales de toda España, de los ríos, de los humedales, de las aguas subterráneas, de los mares, de la fauna, de la flora…
Pero hiciste mucho más como docente dejándonos tu huella: nos enseñaste la importancia de usar la palabra precisa; que lo público es de todos y a la vez de nadie; la importancia de ser capaces de defender con argumentos las ideas, incluso aquellas en las que no creemos; que la realidad puede ser contada mejor a través de la tinta negra de las viñetas de tu querido Andrés Rábago (El Roto); y a nunca dejar de ser críticos, nunca. Y que sí, que se puede ser coherente, como siempre lo fuiste, hasta el final.
Abel, las generaciones futuras no serán consciente de ello, pero siempre estarán en deuda contigo como muchos de nosotros sabemos que lo estamos.
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