Vivimos en época de cambios. Todo apunta a que un modelo social se agota y se va precisando una alternativa que lo sustituya, si bien, como suele suceder, durante un tiempo coexistirá lo pasado con lo nuevo. Como toda renovación, resultará positiva y nos permitirá ... caminar hacia nuevos horizontes, siempre que no encuentre resistencias, sea ordenada y aporte nuevos valores, todo lo cual supone un reto importante. Aunque al final, la lógica y la razón terminan prevaleciendo. Mas, ¿hacia dónde se dirige hoy la transición?

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Quizás la más escuchada sea la ecológica, de hecho, existe un ministerio con este nombre. Representa un gran signo de nuestro tiempo y consiste en incorporar la naturaleza al destino de la humanidad (y viceversa), de manera que constituyan un todo integrado. Hoy sabemos que la suerte de una es inseparable de la otra, y descubrimos lo natural asumiendo sus valores, que promueven asombro y admiración, humanizándonos cuando la protegemos. Un desarrollo que integre espacios y especies recuperará el equilibrio perdido y garantizará el futuro común.

Paralelamente, se plantea la transición energética. Aunque queden reservas de combustibles fósiles, conviene dejarlas en el subsuelo para dirigirnos hacia las energías renovables. Hoy ya se las conoce y se sabe de su eficiencia, lo que no obsta para que se continúe preguntando si serán suficientes. La respuesta es afirmativa, a condición de que racionalicemos el comercio y el consumo, porque si nuestro estilo de ida no varía, asistiremos al espectáculo ya cuestionado de grandes campos de colectores y aerogeneradores (ocupando tierras fértiles), cuyo abuso ha llevado a afirmar: renovables sí, pero no así. Por tanto, hay que aquilatar esta necesaria transición (el clima así lo exige) acompañándola de ciclos cerrados, circuitos comerciales cortos y reducción de la demanda. Gran desafío.

Es falso que la causa de los problemas ambientales es la superpoblación, pues los daños se generan desde los países del norte acomodado

Es importante también la transición demográfica. Hoy superamos los 8.000 millones de personas y la curva de crecimiento exponencial continúa. Parece lógico que una población muy elevada someterá a la Tierra a una fuerte presión, por lo que conviene que se modere. El crecimiento se observa especialmente en el sur global, mas con formación y justicia social puede autocontrolarse. Se ha comprobado que una pieza clave es la educación de la mujer, de tal manera que, por cada año de escolarización adicional, la natalidad se reduce un 10%. También lo hará cuando los padres no consideren a los hijos como un seguro de jubilación o su apoyo laboral. En este sentido, la población puede estabilizarse (y descender) a partir de 2050. Con todo, es falsa la afirmación de que la causa de los problemas ambientales es la superpoblación, pues los daños se generan desde los países del norte acomodado, precisamente donde la natalidad es menor.

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En el mundo de la empresa se va descubriendo que el despilfarro y la contaminación no son sino pérdidas, y que una economía circular –a semejanza de lo que ocurre en la naturaleza– es la más productiva. La eficiencia energética, la recuperación, el reciclaje… contribuyen a generar procesos más limpios y respetuosos con el medio. La participación de los trabajadores en todos los proyectos es un factor capital y las Normas de calidad industrial así lo contemplan. Nuevas iniciativas como el comercio justo o las finanzas éticas gozan cada vez de mayor presencia y apoyo.

Las ciudades continuarán su crecimiento imparable –lo que no es una buena noticia– si bien en muchas se están llevando a cabo procesos de naturalización. Conscientes del vínculo perdido, la presencia de parques, arbolado, cinturones verdes… mejora la salud física y psicológica, reduce el calor y la contaminación y aumenta el rendimiento escolar cuando tiene lugar en los centros docentes. Aunque algunos elementos decorativos inútiles, como el césped artificial, suponen un retroceso, la tendencia de apertura hacia lo natural parece avanzar con firmeza en muchas de nuestras ciudades.

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Y así podríamos proseguir en otros sectores: el ferrocarril que va ganando terreno para las mercancías sobre la carretera; la agricultura, que reduce el empleo de fitosanitarios; la alimentación que se esfuerza en orientarse hacia lo saludable, en pugna con lo procesado… Sin embargo, junto a las políticas que impulsan la transición tendrá que acompañar siempre una sociedad que evolucione hacia valores más solidarios, saludables y sostenibles. También se está apreciando, y esto es muy importante, un cambio hacia una nueva espiritualidad, lo que contribuirá a sacudir la comodidad e indiferencia, y a contemplar la vida con otra mirada, ya que lo más hermoso de los cambios es que los ciudadanos no queden en espectadores, sino que se alcen como protagonistas. La historia avanza y la esperanza en un futuro mejor sigue siendo posible.

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