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Mis alumnos de bachillerato me pidieron que les explicara grosso modo la globalización. «Tenemos que entregar un comentario, pero no sabemos por dónde meterle mano». ... Les respondí si no preferían que siguiéramos con los ablativos absolutos, que son mucho menos cansados que la globalización. «¿Menos cansados?», repitieron perplejos con la convicción de que me estaba riendo de ellos. No me quedó más remedio que abandonar las campañas de Julio César en la Bética para intentar aclarar el arcano.
Comencé por ilustrarlos con el efecto mariposa. Un meteorólogo y matemático, Edward Lorenz, pronunció en una conferencia la famosa afirmación de que «el aleteo de una mariposa en Brasil puede producir un tornado en Texas». Expliqué que a mi modesto entender la globalización es algo similar, pero en el terreno de la economía y la política. Cualquier hecho que sucede en una parte del mundo tiene una repercusión inmediata en el resto del planeta. Es como si de pronto la Tierra entera fuera un solo organismo social.
«Tomemos como ejemplo la guerra de Ucrania. No se trata sólo de la locura de Putin, los muertos o los crímenes de lesa humanidad. Ni de que el statu quo internacional se tambalee. Nos atañe de manera directa durante las seis horas y media que estamos aquí en el Instituto. Un ejemplo nimio. Hemos tenido suerte de que estemos en abril sin frío. No hubiéramos tenido presupuesto para costear la calefacción desde octubre con el precio actual del gasóleo. Fijaos cómo repercute la guerra en nuestra vida cotidiana».
Agradecidos, e ignoro si con las ideas más claras, tomaron apuntes de algunos conceptos. «Sigamos, pues, con la traducción de hoy». Un alumno levantó la mano, «solo me queda una duda, ¿por qué ha dicho que los ablativos absolutos son menos cansados que la globalización? No comprendo qué tienen que ver».
Suspiré. Me había metido yo sólo en la trampa. «Gabriel García Márquez publicó un libro de crónicas periodísticas que tituló 'Cuando era feliz e indocumentado'. Yo llevo tiempo sin ser feliz. Indocumentado, tampoco es que haya avanzado mucho, pero me vence el cansancio por esa conciencia que tengo de que cualquier suceso político me atañe y afecta. Me pasé en blanco la noche del referéndum del Brexit, y la de las elecciones americanas entre Biden y Trump. Con el añadido de que tomo partido por la que considero globalmente -y remarco lo de globalmente- la mejor opción. No son ya las decepciones por las derrotas. Tengo que estar pendiente todo el día de los periódicos digitales: las posibilidades de que gane la ultraderechista Marie Le Pen en las presidenciales francesas; la victoria de Orban en Hungría; cuándo serán las elecciones andaluzas; si los rusos toman Mariupol. La inflación, la estanflación, la prima de riesgo, el IBEX 35, los populismos en Hispanoamérica, el gobierno del narcotráfico en Méjico. Agotador. Con información que fluye constante y variable las veinticuatro horas del día».
El alumno volvió a levantar la mano. «Pare, pare, don Ernesto, que tenemos examen de historia a tercera y vamos a llegar sin aliento. Globalizados, documentados e infelices».
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