Cajón de sastre
Fernando de Villena
Lunes, 8 de julio 2024, 23:01
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Fernando de Villena
Lunes, 8 de julio 2024, 23:01
Recientemente, en la colección 'Mirto Academia', el granadino Eduardo Castro ha publicado su libro 'Cajón de sastre', título alusivo a la condición miscelánea de sus textos, ora en verso, ora en prosa. Sin embargo, la obra no es un cajón de sastre propiamente dicho pues ... casi toda ella posee una clara unidad: la que le confiere esa atmósfera de los años de la Transición con aquella Granada que «se fue y no vino».
Yo conocí a Eduardo Castro durante la celebración de un recital poético en favor de los Derechos Humanos. El acto tuvo lugar en el colegio mayor San Jerónimo y congregó a casi todos los poetas de la ciudad, porque entonces, entre los escritores y artistas de Granada existía una cordialidad y una armonía admirables que se perdieron en la década siguiente a causa de la ambición y las manipulaciones de uno solo, que había llegado el último.
Eduardo ostentaba en aquel 1974 una barba si no tan torrencial como la de su amigo Francisco Javier Egea, muy cerrada y oscura. Era, y lo sigue siendo, de temperamento pasional y emprendedor. Después fueron apareciendo sus obras de diversos géneros: ensayos, novelas, relatos, poemarios… con algunos títulos tan sobresalientes como 'La mala consciencia', con la que obtuvo el premio Ángel Ganivet de narrativa, 'Guía general de la Alpujarra' o 'El burro del Cardenal'. Su condición de periodista lo llevó a colaborar en diversos rotativos y en televisión, para acabar ingresando en la Academia de Buenas Letras de Granada (donde al presente dirige el Boletín digital) y siendo miembro del Consejo Audiovisual de Andalucía.
En 'Cajón de sastre' hay un notorio predominio de la poesía neopopular en línea con Lorca o Alberti, lo que emparenta sus páginas con las de otros poetas granadinos que ya no están con nosotros, como José Heredia Maya, Juan de Loxa o José García Ladrón de Guevara.
En el libro se aprecia el ingenio del escritor (sobre todo en las Adivinanzas y Greguerismos), su maestría en el tono aforístico («Con la razón nublada, se termina viendo las estrellas»), su hondo sentido de la amistad (en especial con Quisquete), su humor, su ironía y su visión crítica del mundo contemporáneo. Y así, por ejemplo, leemos: «La misma empresa (multinacional) que suministró el gas letal para los campos nazis de exterminio es la que luego vendió el cemento para levantar los monumentos en memoria de las víctimas».
Entrañable resulta la canción dedicada al poeta Juan J. León y a aquel mítico y 'estupenfacto' bar Enguix, donde se reunía la bohemia cultural granadina de los setenta en torno a unos billares, unos futbolines y un espléndido mostrador en el que servían sin descanso medios cubalibres y otras bebidas espiritosas.
Tampoco faltan en 'Cajón de sastre' emotivos recuerdos en prosa lírica de la juventud del poeta en Torrenueva, su cuna.
En suma: nos hallamos ante un libro chispeante, lleno de vida y de autenticidad, cuya lectura evidencia con claridad que escribir no es para su autor más que «reír y llorar a solas».
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