Mar de las ágatas

Nos encontramos ante un poemario lleno de belleza y plasticidad, con algunas ráfagas de culturalismo que lo alejan por completo de la tediosa tendencia a la cotidianidad oficial tantos años imperante en nuestras letras. En algunas de sus páginas aparece el tema de la muerte abordado desde una perspectiva filosófica para llegar a la conclusión de que sólo el amor la vence. Ni los ecos de Quevedo ni los de Bécquer, Cernuda o Juan Ramón restan un ápice de originalidad a José Antonio Sáez, que también homenajea en el libro a Federico García Lorca mediante algunos sonetos a la manera de los 'del amor oscuro' que nos dejó el poeta de Fuentevaqueros y también a la del Miguel Hernández de 'El rayo que no cesa'. Asimismo hallamos en otro poema algunas variaciones sobre san Juan de la Cruz, su poeta preferido, con lo cual 'Mar de las ágatas' viene a convertirse en un verdadero reconocimiento a los principales maestros que han contribuido a la formación literaria de Sáez.

Otros aspectos de este libro son el uso constante de originales símiles, la ironía (véase el poema «Viaje al Parnaso»), la sensualidad, que se aproxima a veces al detalle erótico y el franciscanismo propio de un autor que desde sus primeras entregas observa el mundo, e incluso el barro, con verdadera ternura. Diversos poemas de este libro merecen estar incluidos en las mejores antologías de la poesía española contemporánea tales los titulados «Ser emocional», «Homenaje a Luis Rosales», «A la memoria de Miguel Hernández», «España», «Nieve perfumada», «Bocas ávidas», «Tú misma» o ese rotundo broche final, «Residencia de señoritas», donde el autor vuelve la vista hacia atrás con emoción y se nos avisa de que ya todo es irrecuperable.