De nuevo Andrés Mirón
Fernando de Villena
Miércoles, 11 de diciembre 2024, 23:04
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Fernando de Villena
Miércoles, 11 de diciembre 2024, 23:04
A mediados de los años ochenta permanecí una breve temporada en Sevilla como docente, y ese tiempo de oro me permitió conocer a lo mejor de la poesía sevillana de entonces. Solían los autores reunirse en la librería de lance 'El Desván', en la calle ... Pedro Niño. Allí se presentaban libros, se ofrecían recitales poéticos y se conversaba con unos catavinos en la mano y unos platitos de pasas, todo a cuenta del generoso librero Luis Andújar. De aquel contacto surgieron amistades y también lecturas inolvidables como la que nos congregó a José Lupiáñez, Antonio Enrique y a mí en aquel santuario de la cultura, y también aquellas reuniones sirvieron para que la colección granadina de poesía 'Ánade' abriese sus puertas a autores de la talla de José Antonio Moreno Jurado, Pedro Rodríguez Pacheco o Andrés Mirón.
Este último acostumbraba pasar parte de sus veranos en el soberbio caserón que poseía su esposa, la pintora Condic, en Santa Fe, casi un palacio con cuadros de Pacheco y muebles de alta época. Desde entonces menudearon los encuentros, ora en nuestros respectivos domicilios, ora por las calles de los barrios antiguos de Granada. Venían con sus dos hijas, Soledad y Esperanza, todavía pequeñas, y las horas se nos iban sin hacer cuenta de ello. Andrés seguía sumando año tras año libros y premios literarios en un tiempo en el que no eran tan frecuentes los tongos como ahora. Y todo hasta que un día de octubre de 2004, un terrible accidente automovilístico truncó su vida y puso fin a su obra. «La muerte es siempre absurda./ Ni avisa ni se explica», había escrito el poeta años antes.
Hoy, dos décadas después de aquello, gracias al empeño de su hija Soledad, se publica en la editorial 'Cántico' la magnífica antología 'Cuando ya nada importa', que permitirá a las nuevas generaciones apreciar la calidad de uno de los poetas más originales de la Transición Española.
Cuando surgió la polémica de la Diferencia, quisimos que él y su gran amigo José Antonio Ramírez Lozano se adscribieran, se pronunciaran, aunque prefirieron no hacerlo, pese a hallarse tanto el uno como el otro en las antípodas de la poesía oficial. Nada de cotidianidad o prosaísmo hallamos en los versos de Andrés Mirón; por el contrario, sus obras se caracterizan por la elegancia, por la sorprendente adjetivación, por el léxico abundante con hermosos neologismos, por la sintaxis atrevida y la métrica rigurosa. Y también por la emoción del paisaje, por una sólida cultura y una serena nostalgia. Bienvenida, pues, esta antología que pone en actualidad a un clásico que firmaba sus escritos frente a San Luis de los Franceses, en aquella Sevilla fascinante de hace varias décadas.
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