Estoy de acuerdo que cualquier animal, por pertenecer a la Naturaleza, contribuye a la estabilidad del ecosistema y de la vida del ser humano en el planeta. El comportamiento de las mascotas es casi siempre ejemplar, mientras que algunos ciudadanos dejan mucho que desear por ... ser criminales, ladrones, corruptos, generadores de guerras, etc. Los perros establecen con sus dueños, familiares y amigos lazos de amistad y de empatía que, en ocasiones, son aprovechados como terapias emocionales para muchas personas que carecen de afectividad que la sociedad les niega, o que ellos mismos no tuvieron la oportunidad de recibirla y disfrutarla. Las mascotas son emocionalmente más fieles que muchas personas.
Como la clase canina está incrustada en nuestra sociedad y es miembro de ella, por tanto, se legisla su convivencia: recoger la caca, mantener al día sus vacunas, no maltratarlos, no abandonarlos, llevarlos a su médico-veterinario, etc. Es decir, se derrama sobre ellos más cuidados que con algunas personas menesterosas y olvidadas. El negocio perruno se ha disparado: el censo genético (ADN) de la caca de los perros se guarda en una base de datos de algunos ayuntamientos. Es algo que contracta con la población humana que no dispone de esa identificación; incluso, existen personas sin identificación personal.
En Alcalá de Henares se pueden poner hasta 3.000 euros de multa por no contribuir con la salud pública canina. Si te vas de viaje, puedes dejar a los abuelos en su viejo domicilio a expensas de la suerte de su avanzada edad, mientras tu mascota disfrutará de un hotel con veterinarios y hospitalización incluida; los perros ocupan mucho tiempo a los jueces, al disputarse el perro en las separaciones, y se especula el tiempo en defender los derechos de algunas personas. Se gasta más en la sanidad y comida para perros que en una persona del tercer mundo hambrienta. La dueña de un restaurante expulsó a una señora que se empeñaba poner su perro encima de la mesa para que comiera con ella, según he oído en una emisora de radio.
Ni tanto ni tan poco: una anécdota despiadada, acaecida y contada por personas que conozco, relata que, tras una apuesta, si un perro hambriento era capaz de comerse cinco céntimos de peseta introducidos dentro de un mendrugo de pan seco, se perdió la apuesta, porque el perro de un golpe se lo zampó; luego se hubo de rajar al animal para recuperar la fortuna. «Quien echa el pan al perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro».
El problema surge cuando estos ciudadanitos gozan de tantos privilegios como el grupo de humanos. Disfrutan de muchos derechos y privilegios, pero no contribuyen con muchos deberes a la sociedad a la que pertenecen, excepto la recompensa emocional que regalan con la obligación de querer desinteresadamente a su familia de adopción. Se protege, se quiere y se gasta en un perro,tanto como en un niño. Muchos jóvenes prefieren tener un perro, antes que a un niño.
«La Audiencia Provincial de Pontevedra ha ratificado recientemente una sentencia dictada por el Juzgado de Primera Instancia número 15 de Vigo, en la que se fija, entre otras cuestiones, una 'pensión' de 40 euros mensuales para el animal que tenían a cargo en común, tras un proceso de divorcio» (La Vanguardia, 12/03/2024). «Un niño menor de 15 años muere cada cinco segundos en el mundo, según un informe de la ONU». «Millones de bebés y de niños no deberían seguir muriendo cada año por falta de acceso al agua, al saneamiento, la nutrición adecuada o los servicios básicos de salud», dijo la Dra. Princess Nono Simelela, subdirectora General de Salud de la Familia, la Mujer y el Niño de la OMS (18 septiembre 2018).
Si se te ocurre dar una patada a un ciudadano, es una conducta tipificada como falta y quizás pases casi desapercibido ante los espectadores. Pero si vas paseando por una acera y se te ocurre 'endiñarle' una patada a un perro, porque te va a morder, se te puede caer el pelo, no sólo porque lo protege la ley y la ética, sino porque la ciudadanía se arrojaría hacia ti, para reparar la gran ofensa, que es, como nos lo han hecho creer los 'progres'.
El comportamiento de los dueños que pasean a sus perros por las aceras de la ciudad tiene asumido que sus mascotas gozan de impunidad y alargan las cuerdas que sujetan a sus perros, dejándolos libres por las aceras con lo que son los ciudadanos quienes tienen que protegerse de los perros e ir salteando los espacios libres que los animales desean dejar. Yo no estoy en contra de los animales: en casa de mis padres hubo perros; en mi casa también y 'haylos' en casa de mis hijos, pero siempre se tratan en su justa medida.
Puntualizo con mi experiencia: una de tantas mañanas que tenía que acudir durante el mes de septiembre a rehabilitación, tras haber sido operado de un hombro, padecí que, yendo yo con mi cabestrillo en el brazo sobre el lado de la acera pegado a las paredes de los edificios de la Gran Vía, para protegerme de los posibles golpes, los cuatro perros que me encontré en mi trayecto, paseaban también pegados por los edificios. Ninguno de ellos fue retirado de ese carril, para que yo, persona con cabestrillo visible de desvalido, siguiera recto por el camino elegido y protegido. Sus dueños preferían que yo dejara de caminar junto a la protección de los edificios, y me desplazara hacia el centro de la acera, mientras sus mascotas continuaban husmeando o meando por la ruta trazada por sus dueños.
Cualquier persona tiene que trabajar para comer; el perro, no. Se incentiva más la proliferación de perros que el aumento de niños. Las nuevas parejas prefieren comprar una mascota antes que encargar o adoptar a un niño. Si se sigue esta dinámica, llegará el día en que los perros serán mayoría en esta sociedad y tendrán que trabajar para poder alimentar a sus dueños en minoría y a ellos mismos.
Todas estas ocurrencias de la sociedad son aberraciones asumidas.
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