Ha pasado ya una semana desde que las elecciones acabaran y es un tiempo más que suficiente para digerir resultados y hacer análisis realistas de lo sucedido. Ahora bien, eso todavía no ha ocurrido. El mejor ejemplo de ello hay que buscarlo en Ciudadanos y en las declaraciones que hizo en su momento el candidato a la alcaldía de Almería, Miguel Cazorla. Tras darse de bruces con la realidad y ver cómo en cuatro años el partido perdía un concejal en el plenario de la capital, su candidato Miguel Cazorla afirmó tajante algo así como «¿hay algo más que podía hacerse para conseguir otro resultado? Mi respuesta es no». A esas alturas (ni a estas porque tampoco ha dicho nada más), Cazorla no debió de ver cómo había votado la capital. La candidatura liderada por Miguel Cazorla a la alcaldía de Almería obtuvo 5.951 votos; mientras que la candidatura liderada por Luis Garicano consiguió, también en la capital, 10.427 apoyos. Y alguno de ustedes se preguntará ¿quién es Luis Garicano?, pues bien se trata del candidato de Ciudadanos a las elecciones europeas. Es decir que 4.476 almerienses que cogieron la papeleta de Ciudadanos para las elecciones europeas no hicieron lo propio para votar a Miguel Cazorla. Igual no se pudo hacer más, pero mejor habría sido mantener un discreto silencio y no hacer declaraciones.
Otra fiesta es la que tienen en el seno del PSOE. Una fiesta que raya en el ridículo. La candidata a la alcaldía de Almería de esta formación, Adriana Valverde, dijo la noche electoral que estaba pensando no presentarse candidata en el pleno de investidura habida cuenta de que nadie tenía mayoría absoluta. Normal. En el supuesto más optimista Valverde podría conseguir los 9 votos de su formación, más 2 de Ciudadanos, más 1 de Podemos, aunque esta mezcolanza se antoja imposible, lo que le dejaría con 12 concejales, mientras que el PP consiguió 13. Y no le añado los dos de Vox porque ya nadie creemos en los Reyes Magos. Esas declaraciones las hizo en la sede de la agrupación local socialista, mientras que la valoración oficial a las elecciones municipales y europeas la realizó el secretario general. José Luis Sánchez Teruel, en la sede provincial. Es decir, que la candidatura municipal no se dignó acudir a la sede provincial del PSOE como se ha hecho siempre. Sencillamente lamentable. La lucha de poder entre 'susanistas' y 'pedristas' en el PSOE (aunque a nadie le guste las etiquetas) da pena. La misma que da ver como con el tiempo han permitido que el PSOE deje de ser ese referente en la política provincial.
Tampoco en Vélez-Blanco les gustan las etiquetas, pero les guste o no han roto el partido. Resulta que las primarias en el municipio hizo trizas al PSOE y ahora se enfrentarán en el plenario dos facciones irreconciliables. Aunque no sean muy de etiquetas hay que reconocer que en las primarias se enfrentaron dos sensibilidades políticas muy diferentes. Los perdedores se marcharon del partido y fundaron Comprometidos con Vélez-Blanco que han conseguido los mismos concejales que el PSOE, cuatro cada uno. Ahora miran cómo deshoja la margarita el único concejal de Ciudadanos que ha salido elegido, ya que tiene en su mano dar el poder a uno u otro según se le antoje, o no meterse en problemas y abstenerse en cuyo caso el alcalde será socialista ya que obtuvo 78 votos más que los comprometidos por Vélez-Blanco.
Y donde el PSOE ha coqueteado con el esperpento es en Albox. Su candidato Rogelio Mena volvió al pueblo como lo hiciera el Cid Campeador. Tras dos años y medio de inhabilitación por algo tan 'democrático' como no dar información a la oposición y ser finalmente absuelto de un delito de prevaricación administrativa, así como de malversación de caudales públicos, el PSOE volvió a encabezar su lista con Rogelio Mena y se descalabró con dos ediles. Pasó de 2.511 votos en 2015 a 610 en 2019. El pueblo es sabio, los partidos quizá no tanto.
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