![Filosofía, matemáticas y viceversa](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/201906/14/media/cortadas/filo-mates-kheH-U80514729791R0B-624x385@Ideal.jpg)
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Hace algunas semanas ya avancé en mi artículo lo que iba a pasar después de las elecciones Generales: el PSOE ganaría con mayoría pero insuficiente y entonces los del 'no es no' iniciarían una campaña para exigir a PP y Cs «por sentido de Estado ... y responsabilidad» lo que Pedro Sánchez negó a Rajoy hasta el punto de casi provocar unas terceras elecciones consecutivas. Es, como decía, la cuadratura del círculo de la mayor estafa política contemporánea llamada 'sanchismo'.
Pero hay un detalle bastante importante que diferencia el 'no es no' a Rajoy del 'no es no' a Pedro: que entonces el 'no' era inamovible; y que ahora la exigencia de que faciliten un gobierno socialista es una estrategia que comparten la mayoría de medios nacionales al servicio del populismo izquierdista, con sus sucursales separatistas que también reman a favor del gobierno sanchista, el único que podría conceder el indulto a los golpistas catalanes y el único dispuesto a retomar la ruta de Pedralbes, con el relator encima de la mesa y la brújula de Iceta como guía espiritual. Sin embargo, debo decir que para empezar esta legislatura y que la oposición pueda ejercer de oposición, primero tiene que haber gobierno, porque sin gobierno no hay oposición, y es este papel -el de la oposición- el que está reservado a PP y Ciudadanos, ya que un candidato alternativo a Pedro Sánchez no sería compatible con la viabilidad parlamentaria. Por sentido de Estado y responsabilidad estoy a favor de que populares y ciudadanos se abstengan en la investidura de Pedro Sánchez. La razón, empero, va más allá del bien común: una vez proclamado presidente, el socialismo que queda podrá demostrar con quién quiere gobernar y para qué, teniendo por delante un tortuoso camino de elegir constantemente qué España quiere, si esa idiotez de la plurinacional o la constitucional. Ya, a partir de este dilema, los sucesivos dilemas serán fáciles de prevenir.
No cabe duda de que el partido más presionado y acosado mediática y políticamente por la izquierda reaccionaria es el de Albert Rivera, hasta el punto de que algunos pretenden que Ciudadanos sea el blanqueador y corrector del sanchismo, mientras otros solamente lo buscan como coartada de moderación política y lealtad constitucional del proyecto Iceta. El problema de Ciudadanos, tras las elecciones, es que o bien no sabe lo que quiere de una manera coherente, o bien es incapaz de explicar lo que quiere y cómo lo quiere. En política, las buenas decisiones mal explicadas se pagan bastante caras; en cambio, las malas decisiones bien manipuladas acaban rentabilizando. Pero, en el caso que nos ocupa, Rivera y demás candidatos municipales o autonómicos de Ciudadanos se han ido atropellando unos a otros eligiendo opciones que si filosóficamente pueden explicarse, desde las matemáticas puras son inviables. Por ejemplo, cuando aseguran que bajo ningún concepto entrarán en un gobierno con Vox ni pactarán con ellos, pero necesitan los votos del partido de extrema derecha para sumar con el PP mayoría frente al sanchismo y los comunistas.
Aunque no siempre la filosofía está del lado de Ciudadanos, porque tenemos como ejemplo bastante ruidoso la actitud poco comprensible y abiertamente desleal de Valls con la persona que apostó por él y el partido que le dio cobertura. Lo peor, con todo, no es la actitud ególatra del exministro francés sino el creer que Colau es una opción mejor que el candidato de ERC. Yo, sinceramente, no tomaría a Colau como un mal menor ante Maragall, por lo que en vez de apostar por apoyar a Colboni -del PSC- dejando en manos de Colau la decisión final, Valls se lanza de cabeza a regalar sus votos a una candidata que ha sido nefasta como alcaldesa y que en poco se diferencia de los separatistas radicales, excepto en hipocresía y oportunismo, recordando que siempre ha estado del lado de los golpistas cuando la tensión apretaba en Cataluña.
El papel que juega ahora Ciudadanos es, sin duda, el más difícil de todos. Tiene, como filosofía, la necesidad de cerrar las puertas que pueda al sanchismo, a la vez que alerta y no quiere mezclarse con la extrema derecha liberticida de Vox. Lo que pasa es que cuando esta metafísica se plasma sobre el papel implacable de la realidad, aparecen las matemáticas frías y cuantitativas: o se suma con Vox, o se deja gobernar al sanchismo. Los que dicen que según resuelva esta ecuación de incompatibilidad así será el futuro de Ciudadanos, se equivocan; según acierte o no en su resolución, así será el futuro de nuestro país y nuestra democracia.
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