El mandatario republicano, con los varios cientos de órdenes ejecutivas que ha adoptado desde su regreso a la Casa Blanca, rompe los compromisos internacionales
Francisco Aldecoa
Catedrático emérito de Relaciones Internacionales en la UCM. Presidente del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo
Viernes, 14 de febrero 2025, 00:16
La Real Academia Española de la Lengua, en su cuarta acepción, definía en 2001 Occidente como «conjunto formado por los Estados Unidos y diversos países que comparten básicamente un mismo sistema social, económico y cultural». Durante la Guerra Fría, el «bloque occidental» se asociaba a los países capitalistas en Naciones Unidas. Más tarde, y hasta hace poco, se entendía como parte de Occidente, sobre todo, a Estados Unidos, Canadá, gran parte de los países del continente europeo, Australia y Nueva Zelanda, extendiéndose hasta los países que se encuentran bajo su influencia cultural.
El regreso de Trump a la Casa Blanca desde el 20 de enero de 2025, con los varios cientos de órdenes ejecutivas que ha adoptado, muchas de las cuáles ha tenido que retrasar, rompe los compromisos internacionales suscritos por los llamados «países occidentales», como puede ser la retirada de la Organización Mundial de la Salud, del Acuerdo de París de 2016, la no aceptación de las declaraciones sobre derechos humanos o en el tratamiento indiscriminado a los inmigrantes, negando la nacionalidad a los nacidos en Estados Unidos de origen migrante, entre otros. Así, está poniendo en cuestión el concepto político de Occidente.
Es importante resaltar que, especialmente, el bloque occidental ha sido hasta ahora Estados Unidos y Europa, sobre todo, la Unión Europea, donde se han sustanciado las relaciones transatlánticas, que han tenido una base comercial importante, y de inversiones, de relación cultural estable y también una vertiente de seguridad indudable, que ha permitido, precisamente, garantizar la misma a los países europeos. Con estas decisiones, se está poniendo en cuestión este vínculo occidental entre Europa y Estados Unidos.
En la actualidad, debido a estas decisiones, creo que podemos empezar a pensar que hay dos occidentes: Estados Unidos, por un lado, y Europa, por otro, en donde cada vez coinciden en menos asuntos. Se sigue manteniendo la estructura económica del capitalismo, bien entendido, que cada vez se parecen menos el capitalismo americano y el europeo, donde en la actualidad, en el americano prima el mercado y, sobre todo, la búsqueda del beneficio sin reglas, mientras que en Europa se sigue manteniendo en la búsqueda de la sociedad del bienestar, lo que, en definitiva, es un equilibrio entre mercado, sociedad y Estado.
Incluso, desde el punto de vista cultural y humanista, podemos ver que las diferencias son todavía más grandes. En Europa la concepción de los derechos humanos es más completa. Entre otras cosas, exige la renuncia a la pena capital. Los países europeos han formado parte del Estatuto de Roma de 1998 que crea la Corte Penal Internacional. Los Estados Unidos no solo no han sido parte, sino que ahora Trump está amenazando con perseguir a los que colaboren con el mismo. También en el ámbito del cambio climático, las diferencias son mayúsculas, y el último paso del presidente ha sido el abandono del Acuerdo de París de 2016.
Existen muchos más temas, en donde la lejanía es cada vez más clara, como consecuencia de las nuevas decisiones del presidente Trump, especialmente en materia económica y comercial, donde ha puesto aranceles del 25% a sus vecinos (México y Canadá) aunque luego se ha tenido que echar atrás, retrasando un mes las medidas, y las últimas decisiones del 10 de febrero, sobre aranceles a las importaciones de acero y aluminio. En el caso de la Unión Europea, está ocurriendo lo contrario, ya que está buscando acuerdos de liberalización comercial, en donde se reducen y, en su caso, se eliminan los aranceles, como es el caso con Mercosur o el reciente acuerdo con México.
De tal manera que Europa y Estados Unidos cada vez van a tener menos en común, ya que sus planteamientos éticos son progresivamente diferentes, y es muy difícil mantener una cooperación, y mucho menos una alianza. Por eso, el sistema de seguridad colectiva que tenemos previsto entre ambos continentes, posiblemente, sea muy difícil de mantener. Por ello, habrá que ver cómo se resuelve esto en el futuro. Está claro que una de las prioridades actuales para la Unión Europea es reforzar su política de seguridad y defensa, de forma rápida, como se ha manifestado en el último Consejo Europeo informal.
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