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Aunque el Gobierno haya decretado mal y tarde el estado de alarma, en realidad vivimos en un estado de excepción, en muchos sentidos además. Empezando por el democrático, ya que de unos días a esta parte existe una exigencia promovida por la gran mayoría de ... los medios incluidos algunos de derechas, de que no se puede criticar en estos momentos al Presidente y su comité de crisis, en donde Pablo Iglesias parece quedar al margen mientras se lo cuelan al CNI en el decreto de medidas económicas urgentes para luchar contra esta crisis sanitaria. El gobierno de la transparencia, se llamaban.
Uno puede estar de acuerdo en el sentido de la oportunidad de la crítica política en estos días tan duros y dramáticos, pero es imposible no sentirse estafado en la apelación a la buena voluntad cívica y ciudadana cuando los mamporreros habituales de segunda fila del PSOE y de Podemos se dedican a culpar al PP de las muertes por el coronavirus por los recortes sanitarios y a pedir a la ciudadanía que salga a sus balcones a golpear sus cacerolas para ver si así se cargan la monarquía. Mención aparte merecen todos esos medios y voceros sectarios e ideológicos que se dedicaron a ocultar y ridiculizar la gravedad de la pandemia que se nos venía encima con tal de no estropear la procesión de la religión feminista del 8M. Y vuelvo a insistir en esta fecha porque aquí está la clave de toda la negligencia del gobierno sanchista-podemita y el posterior caos en el que nos vemos atrapados. Fue justo al día siguiente cuando el desdichado Fernando Simón empezó a hablar de la gravedad del coronavirus, ocultando que días antes del 8M en concreto el 3 de marzo, la agencia europea de control y prevención de enfermedades avisó en un informe que se debían evitar altos multitudinarios innecesarios.
Lo más llamativo de todo esto es la falta de humildad y hasta de humanidad de esos periodistas y sus correspondientes medios a la hora de, simplemente, pedir perdón a los españoles y esperar a que pase esta crisis para ir marchándose uno por uno a su casa, según el tamaño de la irresponsabilidad cometida. No solamente no están pidiendo perdón, sino que están elaborando un 'relato' co sea, el cuento chino de toda la vida, para convencernos de que esto era algo que nadie podría prever y que ahora no toca criticar al gobierno. Sin ir más lejos, Jorge Javier Vázquez advirtió a grito limpio que quien osara hacer política con el coronavirus y criticar las medidas tomadas por Pedro Sánchez era poco más que un miserable. Luego, por supuesto, dirigió un espacio extenso donde sus colaboradores explicaban por qué Juan Carlos I tendría que acabar en la cárcel. Hacer política en estos momentos, lo reconozco, es arriesgado y censurable. Hacer política contra la izquierda, claro, porque si es para hacerle caceroladas al Rey o señalar a Esperanza Aguirre como la culpable de los muertos en Madrid, la cosa ya es más aceptable. Y si ya nos inventamos cartas de supuestas niñas preguntándole a Pedro por el ratoncito Pérez, el circulo de las producciones Redondo está casi resuelto. Sin embargo, hay una parte responsable de la derecha que se cree firmemente eso de que es el momento de estar todos juntos y que luego ya habrá tiempo de pedir dimisiones. En el otro extremo, por desgracia, quedan los jinetes habituales de la derecha mediática del apocalipsis advirtiendo de toda clase de catástrofes y desgracias que están por venir. Deseo, y creo firmemente, que en unas semanas poco a poco todo irá recuperando la normalidad, dejando –eso sí– un país y una Europa llena de destrozos humanos, sociales, económicos y políticos. Tras la II Guerra Mundial la civilización occidental supo recomponerse y disfrutar de las décadas de mayor progreso y estabilidad democrática. Lamentablemente, en esta ocasión todo costará mucho más, al menos en España, porque los políticos que nos han llevado a este desastre serán los mismos que estarán ahí para repararlo.
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