La persistencia de redes de terrorismo islamista que se solapan mutuamente, modificando sus organigramas y formas de funcionamiento, continuará siendo una amenaza de primer orden en una región sometida a fuertes tensiones
Lunes, 28 de octubre 2019, 02:11
La muerte del fundador y líder del Estado Islámico (EI), Abu Bakr al Bagdadi ha sido consecuencia del imparable declive experimentado por el califato que el antiguo imán de un barrio de Bagdad llegó a extender ocupando mediante el terror buena parte de Siria y de Irak. El obligado repliegue de sus células al noroeste sirio ha ido liberando a los pobladores del territorio que administraba el EI, permitiendo que muchas familias regresasen a sus lugares de origen. Pero la persistencia de redes de terrorismo islamista que se solapan mutuamente, modificando sus organigramas y formas de funcionamiento, continuará siendo una amenaza de primer orden en una región sometida a fuertes tensiones. Los restos del Estado Islámico pueden aprovecharse de la convulsión general, del mismo modo que otros actores regionales pueden valerse de los herederos de Al Bagdadi para mantener Oriente Próximo en la inestabilidad más atroz.
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