El último presidente de la Unión Soviética y del Partido Comunista ruso, que gobernó su país entre 1985-1991, ha muerto entre el desprecio de Putin y los suyos; la crítica china; y la admiración de Occidente, sobre todo de Alemania. En 1990, se le ... otorgó el premio Nobel de la Paz, por «contribuir a un proceso de paz y de democracia a nivel interno y mundial».
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Sus valores eran universales y humanitarios: colaboración entre el Este y el Oeste; fomento de la libertad y la democracia entre los ciudadanos rusos; renuncia al imperio soviético; cambio de la economía burocratizada por un mercado libre; colaboración con la ONU para fomentar la paz mundial; eliminar la Guerra Fría, que tenía al mundo tensionado desde hacía cuatro décadas; romper el Telón de Acero (frontera política, ideológica, y física entre la Europa Oriental y la Occidental); facilitar la caída del muro de Berlín (se logró en 1989); colaborar con Europa, por ser un país más de ella…
Fue el personaje más importante del siglo XX, pero la profundidad de sus reformas eran de tal calado que los elementos más radicales del Partido Comunista dieron, en agosto de 1991, un golpe de Estado fallido, que lo debilitó tremendamente. Ese golpe facilitó la aparición de un nuevo líder, Boris Yeltsin, quien terminó aislándolo hasta que dimitió, en diciembre de ese año, tras haber disuelto el Partido Comunista y haber permitido la independencia de los tres países satélites que aún quedaban (Checoslovaquia, Rumanía y Albania).
Putin siempre estuvo en contra de su política, porque la caída de la Unión Soviética «fue la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX», y por eso, él, cruel y despótico, siempre lo ha considerado un traidor, que eliminó el imperio soviético, dejando a una Rusia pequeña y humillada. Su política es la opuesta a Gorbachov: ha matado la libertad de expresión, purgando periódicos y periodistas; ha vuelto al autoritarismo, frente a la democracia que él propugnaba, eliminando a los líderes de la oposición; pretende reconstruir el antiguo imperio soviético, invadiendo Ucrania (que no sería la única); y se opone frontalmente a Occidente.
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Aunque, en sus últimos días, evitaba opinar sobre lo que estaba viendo; en privado, según su amigo, Alexei Venediktov, exjefe de la radio Eco de Moscú, se sentía preocupado porque «el trabajo de su vida, había sido destruido». Gorbachov ha muerto abandonado. Vivía solo en Moscú. Su hija, sus nietas y sus bisnietos viven fuera del país, El fundador de la perestroika (cambio de la economía) y de la glasnost (transparencia y democracia) no fue profeta en su tierra, aunque sí lo es en Occidente. El político decente y honesto, que quiso llevar a Rusia a la modernidad, creando un socialismo de rostro humano, no pudo terminar su obra. Es más, la política de Putin es el anverso de su forma de gobernar. Quizá, algún día, sus ideales se impondrán en un mundo nuevo, que luche por la libertad, la igualdad y la paz entre los pueblos. La presidenta europea, Úrsula von der Leyen, lo ha despedido con admiración: «Fue un líder digno de confianza y respeto. Desempeñó un papel clave en el final de la Guerra Fría y la caída del Telón de Acero, y despejó el camino hacia una Europa libre».
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