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El mundo es un manicomio gobernado por sátrapas, narcisistas y tiranos, y últimamente también por frikis. Este psiquiátrico de puertas abiertas en el que habitamos, ... tiene en su nómina directiva a vengativos ególatras, oligarcas paranoicos y algún que otro psicópata de sonrisa sardónica. El elenco gobernante –en lo lejano y lo cercano– toma su medicación cuando le da la gana, y como tienen cruzados los cables noche y día, no paran de dar satisfacciones a la ciudadanía.
El mundo es un gran manicomio; siempre lo ha sido, no sé de qué me extraño. Es un psiquiátrico repleto de testosterona, una enloquecida partícula de polvo en mitad del cosmos, donde en raras ocasiones hubo gente sensata al timón. Lejos quedaron el noble Marco Aurelio y su buen gobierno latino, por no hablar de los tiempos anteriores en que Amenofis III (1390-1352 a.C.) demostró su destreza faraónica en el antiguo Egipto. Apenas resta ya un recuerdo de Wu Zetian (690-705), la mujer emperatriz, gran administradora de la China histórica; y que fue de Abraham Lincoln o del premier británico Winston Churchill. De todos ellos no queda ni rastro. Ni sombra de su legado.
Entonces, ¿quiénes tienen ahora el cetro? Miro a mi alrededor y encuentro la respuesta. Ahora estamos en manos de muchos 'Vladimires', de dirigentes de mirada torva y ambición desmedida, de tipos atornillados al sillón y a la erótica de poder insaciable. Repasemos a bote pronto el catálogo. Empecemos, por ejemplo, por el que ahora está más en boga, uno nacido en Leningrado en 1952, que de espía comunista y director del KGB transitó a macho alfa, que -aunque no lleva coleta- también tiene bien aprendido el método soviético de ir por la vida. Examinemos un poco el perfil y trayectoria de estos potenciales déspotas que experimentan orgasmos acariciando el botón nuclear. Descubriremos que estos machotes dominantes esconden más de un trauma tras la coraza del poder.
Estos nuevos Calígulas, baluartes de la superioridad masculina, suelen ser embusteros compulsivos, tipos apegados al brillo económico del mando, que como tienen alto concepto de su propia persona, desde temprano y cada mañana se colocan frente el espejo para besarse a sí mismos, casi siempre con lengua.
Son lo mejorcito de cada casa y, claro, tienen como consejeros áulicos a perfectos palmeros y estupendos lameculos; crápulas como los primeros, pero que no alcanzaron la condición de patricios. Cuentan también en los contornos con quienes les ríen las gracias, bailan su agua y les hacen ojitos, como Maduro o Puigdemont y sus acólitos separatistas, convencidos estos últimos de que, tras Ucrania, Rusia pronto se implicará de veras en la independencia de Cataluña, como ya hizo con Crimea, pues no es la primera vez que el Kremlin muestra interés en el lío catalán. Un idilio de fábula. Un cortejo intermitente y clandestino que evidencia otra debilidad de Europa, y van cien. (Puñetera hemeroteca del manicomio).
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