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Hoy, granadinos, hay que votar y botar
Crónicas granadinas ·
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Con'uve' y con 'be'; de las dos formas, granadinos, paisanos del alma mía. El titular no es mío del todo, si no en parte. Que el otro día nuestro periódico IDEAL más o menos lo aconsejaba.
Primero, votad; que es la obligación de cualquiera ... que esté en la edad de hacerlo. Al que sea, pero votad; que es una obligación moral para el que tenga que hacerlo.
Segundo, lo de la 'be'; pues fue idea, y buena, de IDEAL. Botar de botar con el fútbol, que el Granada se merece ya, pero ya, subir a Primera. Y yo, como granadino, cronista y socio de honor que soy, y a mucha honra, y que tengo hasta mi camiseta blanquirroja con la que a veces duermo en verano lo estoy deseando. Así, hoy mismo, lo celebro sacando la bandera de nuestro club a la calle y si no, pues a llorar porque no nos lo merecemos, que se ha perdido mucho.
Leo que se va a llevar mucho el mono. Me explico: el mono, no los del zoo; que ya saben más que las personas, incluso las que no son monas, entre las que me incluyo. El mono, pieza de vestir, que es un traje, un vestido completo de peto y pantalón al mismo tiempo. No sé si era bueno para el verano, pero lo que sí les debo decir, en lo que es el capítulo de la memoria, que Gabriel García Márquez siempre llevaba para trabajar un mono de siderometalúrgico, igual que en el vaso de su mesa de labor había que poner siempre un vaso de agua con una rosa fresca y amarilla dentro.
A veces me acuerdo mucho de él, de aquel día que me dijo en Barcelona, en aquella primera entrevista, hace ya tantos años.
-A los granadinos os pasa lo que a los árabes viejos, que con la Alhambra no sabéis lo que tenéis.
Llevaba la razón y la sigue llevando, que no hay más que ver la Alhambra en Eurovisión, de fondo. Vale, la Alhambra de Torres Bermejas renovada, la Alhambra de...
En fin, no es por cargar la suerte.
Recuerdo a Punset -que en paz descanse- en su casa de Cataluña, entre cipreses, parterres, tan cerca del Mediterráneo. De él dije que «es el Rodríguez de la Fuente de nuestra ciencia...». Siempre parecía que regresaba de las estrellas. Una vez nos sentamos a charlar en su casa y me confesó, sonriente, que «sólo nos falta que suene el agua, como en tu tierra de Granada».
Cierto. Ninguna música como el rumor del agua, de la que salta o de la que corre, de la fuente o de la acequia, de Granada; ay, mi Granada.
Por cierto, ¡si vieran cómo me gustan esas dos páginas de libros en las hojas de Cultura de este periódico nuestro! Observo más que descubro que Granada es tierra de editoriales. ¡Hay tantas! Que se anote en el registro para cuando nos den, aunque ya lo seamos, la Capitalidad Cultural. Es como lo de la zambra patrimonio de la humanidad, que espero que no digan eso de impalpable porque la zambra tiene todos los sentidos dentro. Más aún, tiene uno más, el del duende, que sólo habita en nuestro mapa.
No saben cómo me gusta que entrevisten a los candidatos en mi parque. Gracias, compañeros. Por lo menos he visto, he leído a dos. Otros quizá no han querido, que estamos en votaciones. Yo soy de todos y de ninguno, y por eso habrán podido observar que servidor se ha abstenido de aconsejar, de indicar camino, de respirar porque no debo hacerlo. Un cronista por lo menos. ¡Cómo indicar camino alguno si siempre estoy en un cruce, dada mi edad y mi verdadera condición de vagabundo del alma!
Yo, granadinos, tengo mi alma en mi armario y la semana que viene hablaremos, pero hoy y por lo pronto, pero ya, a votar que están abiertos los colegios y las urnas esperan.
Siempre me acuerdo de aquella mañana en La Uno, cuando sólo había una televisión, y servidor hacía un programa de mediodía que se llamaba, creo, 'Hay buenas noticias', que duró muy poco, claro. Las buenas noticias no le interesan a casi nadie, aunque haberlas 'haylas' como las brujas en Galicia.
Bueno, pues aquella mañana entraron los reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía y servidor tenía ese día encima de la mesa de trabajo una urna porque se acercaban unas votaciones. Iba el Rey -el viejo Rey hoy, que no le gusta que le llamen emérito, con su abrigo loden verde- y le dice sorprendido y alegre a Doña Sofía nada más entrar:
-¡Sofi, mira una urna!
Como quien no la había visto nunca, que no la había visto. Hace ya de esto muchos años, tantos, que esto me viene de nuevo a la memoria recordando a Don Juan Carlos, al que tanto le gustaba Granada y a veces la vivía, aunque fuera en secreto, más de una vez, aquello de «Granada ¡ay mi Granada!». Suspiro largo y profundo.
Por cierto, ¡qué buen titular el del otro día, director! El de primera, naturalmente, como siempre: «La Real reina en Granada». Fue el día que por ahí anduvo Doña Letizia. Es lo que yo digo, que tiene que venir con más tiempo porque Granada no se puede ver en una tarde, señora. Y menos en primavera, cuando la ciudad está hecha un bellezón, igual que lo está en verano, y en otoño, y en invierno... O sea, como el letrero de ese coche de paso: «Granada, siempre».
Encontré una foto que igual algún día comparto con ustedes. Ya está sepia, amarillea. Puede tener casi ochenta años. Soy un niño con abarcas, que se decía en mi pueblo, y estaban hechas con un trozo de Michelin, de rueda de coche roto. Se ataban con una soga que hacía daño y dejaban en el barro o en la nieve la huella de un viejo automóvil que hubiera pasado camino de la estación de Bogarre, donde a veces, cuando había que subir al tren, había que peregrinar... A lo que voy. Señores de la política, autoridades, quien sea: ¿Cuándo llega el AVE a Granada? Sabemos ya que el 3 de junio se ponen a la venta los billetes de ida y vuelta. Vale, pero por favor, ¿para qué día y a qué hora y dónde hay que tomarlo? Dios, ¡qué paliza con esto del AVE de Granada que tanta falta nos hace! Menos mal que el Fandi sigue valiente y triunfando.
Me gusta, no saben cuánto, el que se llame a Don Antonio Gallego y Burín, al que tuve el gusto de entrevistar hace tanto tiempo, el alcalde de alcaldes de Granada. Ahora mismo y para ustedes lo recuerdo como director general de Bellas Artes, elegantísimo, con su cuello duro, su pelo brillante, su corbata de seda, sentado en su despacho del ministerio, que no había perdido, ni tenía por qué hacerlo, su acento de la plaza de Santa Ana de su Granada.
Está en la hemeroteca de IDEAL aquel 'Granadinos que triunfan en Madrid' cuando Madrid estaba tan lejos -¡qué tiempos aquellos!-, tanto que aquel viaje de fin de estudios de la isidoriana fue a Madrid, la capital de España, como una gran aventura viajera de Marco Polo que escribí en la revista 'Academia'. Aún conservo la crónica de servidor, que luego viajó por todo el mundo, siempre con mi tierra a cuestas, que no hay más que leer mis veinte libros que, por cierto, encuentro en las librerías de viejo y algunos -¡qué dolor!- por mi mano dedicados a grandes amigos míos que han prescindido de mi por un par de huevos duros. Lo que hace el hambre del hombre... y de la mujer también, que no quiero dar más pistas.
Pedazo de suplemento el de Granada Gourmet, casi un libro para guardar con todo el sabor, que es una forma de amor. ¡Qué bien hecho que está! ¡Qué bien ilustrado! Advierto que ya lo estoy coleccionando y al final del año le pondré sus tapas.
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