Heredar es algo que se asocia con un hecho gratificante. De tal modo que el no contar con ella es algo no deseable. Por algo la palabra 'desheredados' se aplica a gente de un bajo nivel de vida –incluso algo más– y nadie quisiera pertenecer ... a ese grupo. De modo que la herencia supone un añadido a los bienes que se poseen en ese momento. A este respecto, alguien me trasladó recientemente una consideración que me resultó original: la herencia supone un error de cálculo. Y es que, según la argumentación de esa persona, uno aspira siempre a vivir lo mejor posible, para no dejar detrás de sí algo que no supo aprovechar en vida.

Publicidad

Bueno, pues a pesar de todo lo dicho, resulta que en España hay mucha gente que renuncia a la herencia recibida. Y eso porque, según se constata, hay herencias que aportan más gasto que beneficio. De hecho, en Andalucía, ha habido 7.302 herencias a las que se ha renunciado; de ellas, 657 en Almería. De ese dato se puede obtener otro: cada día laborable, se renuncia a dos y herencias y media. Por cierto, los andaluces rehusamos aceptar una de cada cinco herencias que nos corresponderían. Somos los primeros de la lista.

Todo lo dicho hasta ahora lo han podido conocer los lectores de este periódico gracias al trabajo de Juanjo Cerero publicado el lunes. Y las razones a las que se atribuye esa renuncia a las herencias se deben a la crisis económica del 2008 y a la incidencia de la Covid. El hecho de que esa pandemia haya provocado algunas muertes prematuras ha impedido que los afectados tuvieran tiempo de solventar sus deudas.

De todos modos, parece que el haber adquirido unos bienes a lo largo de muchos años –a costa de dinero, naturalmente– supone en la mayoría de los casos un esfuerzo hecho para vivir mejor en el futuro. A lo que se puede añadir que las propiedades suelen generar unos beneficios. Lo que resulta, por tanto, desconcertante es que estos beneficios hayan resultado inferiores a los gastos generados por el disfrute de ese incremento del patrimonio. No hay que ser un lince para descubrir que mucho de esta incongruencia hay que atribuirlo a los impuestos. Y también son impuestos los que repercuten en la obtención de las herencias. Por todo lo cual hay que concluir que un principio básico de la sociedad capitalista –la nuestra lo es sin duda– no se acomoda a la realidad cotidiana.

Publicidad

Otro asunto es saber qué se hace con todo ese conjunto de herencias cuya adjudicación queda desierta. No lo sé, pero parece en principio que todos esos bienes quedan en manos de la Administración pública. Me gustaría pensar que esas propiedades se ponen a disposición de los ciudadanos. Porque no me gustaría que ocurriera algo parecido a lo de la famosa desamortización de Mendizábal, que terminó por hacer más ricos a los ricos.

Desde mi perspectiva de ciudadano de a pie, a mí se me antoja que un porcentaje tan alto de renuncias a las herencias señala un fallo grave en una sociedad que tenemos por avanzada. Lo peor es que no se prevé una solución; por el contrario, se estima que esto va a ir en aumento. Algo positivo es que existe una fórmula que evitaría la renuncia a la herencia y que permitiría salvar el patrimonio previo, que no quedaría afectado por las deudas ligadas a lo heredado.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad