Heroísmo pedestre

Puerta Real ·

Por lo que se ve en las últimas elecciones de Castilla y León, gritar que viene el lobo no le quita votos a Vox ni al PP. Tampoco moviliza al electorado de izquierdas

Manuel Montero

Viernes, 18 de febrero 2022, 00:19

En la política española la distancia entre el imaginario y la realidad es abismal. Partidos y dirigentes tienden a verse en una lucha heroica de caracteres homéricos. Quieren llevarnos al paraíso, luchar contra la derecha, rescatar a España que está en manos de 'esos'. Hasta ... los meritorios aseguran vivir en una lucha. Contra las desigualdades, contra el heteropatriarcado, contra los enemigos de España...

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Todo tiende a ser heroico, como para ser ensalzado en versos épicos o, al menos, en películas tipo 'Ben Hur' ganando la carrera de cuadrigas, 'El Padrino' –cuando Corleone se cepilla a todos los enemigos de la familia– o la de 'Marcelino Pan y Vino', que el pobre huerfanito da casi en santo.

La ambición épica del político patrio choca con sus gestas, que son de andar por casa, con maniobritas de corto alcance y tácticas que eluden responsabilidades, como la política gubernamental con la pandemia, año y medio pasándole a otros la cerilla ardiendo.

Quieren estar a las maduras y no a las duras, entendiendo que al público solo le gusta el final de la película, si acaba bien.

El PP en funciones de oposición se las trae. Por lo que se colige, había preparado un camino triunfal para llegar a la Moncloa. No por proponer alternativas, sino mediante un método chusquero, a base de un rosario de victorias 'colosales' comunidad por comunidad: Madrid, Castilla y León, Andalucía … Creando un alud, como quien dice. En Castilla y León estaban encantados, porque de paso Casado pondría en su sitio a Ayuso. Los estrategas del PP son unos genios de colegio. Seguramente su mayor experiencia es de cuando se saltaban el rosario de la tarde engañando al 'hermano portero'.

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Encima, les sale mal. Se quedan más o menos como estaban, pero peor. Han sustituido una alianza cómoda con Ciudadanos por una situación que les incomoda, al tener que pactar con Vox o esquivarlo.

El PP tiene la suerte de que la competencia socialista muestra parecida talla política, de monaguillos encargados de tocar las campanas sin saber dónde. Su principal gesta de estos días no es heroica: han conseguido que su caída electoral (y la de las izquierdas) pase inadvertida, a cuenta de que el PP, que le ha sacado una buena distancia, no ha conseguido el éxito al que aspiraba.

Además, están contentos por la dependencia que (confían) tendrá el PP respecto a Vox. Al PSOE no le importa que llegue al poder «la extrema derecha», eventualidad que podrían evitar absteniéndose –y devolviendo el favor que le hizo el PP cuando votó a Patxi López para lehendakari a cambio de nada–. No lo harán, pero no está claro que la estrategia le sirva. Por lo que se ve en las últimas elecciones, gritar que viene el lobo no le quita votos a Vox ni al PP. Tampoco moviliza al electorado de izquierdas.

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No importa: repetirán el argumento que busca la polarización. Salidos de la crispación, no saben que hay vida fuera de ella.

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