Un homenaje para Curro Albaicín
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No siempre tienes la ocasión de estar al lado de símbolos de la historia granadina, como ese señor alto, rubio, con su coleta, que se llama Francisco Guardia ContrerasSecciones
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No siempre tienes la ocasión de estar al lado de símbolos de la historia granadina, como ese señor alto, rubio, con su coleta, que se llama Francisco Guardia ContrerasFue una mañana de esas especiales. No siempre tienes la ocasión de estar al lado de símbolos de la historia granadina, como ese señor alto, rubio, con su coleta, que se llama Francisco Guardia Contreras, conocido como Curro Albaicín, aunque sea en el corto trayecto ... de un autobús pequeño, que lo trasladaba desde el Sacromonte al centro de la ciudad. Me contó que venía de las sextas jornadas de flamenco de Pamplona, admirado del alto nivel de las actuaciones, de los grandes artistas que participaron. Y allí estuvo él, con Pepe Habichuela, recitando a García Lorca, en una sección del gran festival, dedicada a 'Generaciones, Mitos y Promesas', evidentemente catalogado en la categoría de Mito; también hablando de las generaciones flamencas, en una mesa redonda sobre el tema y conferenciando sobre las 'Zambras de Granada y los flamencos del Sacromonte'. La gran cantidad de actos previstos contaron con un entusiasta y abundante público, me decía impresionado Curro. Y añadía que el próximo evento en el que va a participar será en Florencia, también al lado de grandes artistas, y que después va a Utrera, pues los gitanos de esa ciudad, tan importante para el arte flamenco, le van a hacer un homenaje por su trayectoria profesional.
Y a propósito de ese homenaje, pienso que va siendo hora que Granada y sus gitanos le dediquen uno merecidísimo a nuestro Curro Albaicín, memoria viviente del Sacromonte, sus zambras, sus flamencos. No sé si las nuevas generaciones de turistas que se desparraman por las 'vereas' sacromontanas sabrán quién es Curro, pero muchos granadinos sabemos que, sin él, todo ese emporio de artistas, esa industria de las zambras, por las que pasan miles de visitantes que reconocen que verlas era uno de sus mayores alicientes, sencillamente no existiría.
Curro, con esa sabiduría, con esa sensibilidad innata, hace más de treinta años hizo lo que había que hacer: por una parte reunió a las grandes bailaoras del Sacromonte, ya mayores y llenas de achaques, y las puso a bailar en unas actuaciones memorables cargadas de gracia picante y duende por todas partes. Recuerdo que una de ellas, la Loles, me decía que cuando Curro le llamaba para alguna actuación «se me quitaban todos los dolores de mi cuerpo». Sacaba sus corales, su mejor mantón, sus peinetas y se iba gozosa a reproducir las zambras sacromontanas por los teatros de España.
Y por otra parte, Curro, que sabía que las grandes bailaoras aprendieron de ver a las más veteranas, montó una escuela que ha dado maravillosos frutos y ha puesto el nivel de nuestras zambras de toda la vida al de los grandes tablaos 'de por ahí'. Con esas enseñanzas, la antigua y genuina zambra se salvó de la extinción y muchas de sus alumnas y alumnos brillan por sí solos.
Se me acaba el espacio para reseñar los méritos de este rubio caballero gitano, para que alguien con mando en plaza le organice un buen homenaje y que lo disfrute.
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