
La síntesis orgánica y la neuroplasticidad
Las transformaciones químicas al servicio de las enfermedades más difíciles
Ignacio Fernández de las Nieves
Catedrático de Química Orgánica de la Universidad de Almería
Miércoles, 24 de mayo 2023, 23:15
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Ignacio Fernández de las Nieves
Catedrático de Química Orgánica de la Universidad de Almería
Miércoles, 24 de mayo 2023, 23:15
La palabra «neuroplasticidad» deriva de dos raíces griegas. La primera de ellas procede de la palabra «neuros» que significa «nervio» o «tendón» mientras que la ... segunda procede del término griego «plastos» y más tarde del latín «plasticus» que significa «moldeado» o «formado». Como concepto, neuroplasticidad significa la capacidad del sistema nervioso para reorganizar su estructura y funcionamiento en respuesta a estímulos, que pueden ser externos o proceder del propio organismo. Aunque su definición es sencilla, la base histórica de este concepto descansa íntegramente sobre los hombros de grandes científicos que además fueron pioneros en sus respectivas áreas de conocimiento.
Desde una perspectiva filosófica, las raíces de la plasticidad, en referencia al sistema nervioso, siguen siendo objeto de debate y ya se encontraban reflejadas en los trabajos de Willian James, Santiago Ramón y Cajal y de Demoor en la década de 1890, o Lugaro y Minea en la primera década del siglo XX. Sin embargo, la relevancia práctica de la neuroplasticidad no empezó a desvelarse hasta mediados del siglo XX de la mano de Paul Bach-y-Rita, quien construyó el concepto de sustitución sensorial proponiendo que otras áreas cerebrales podían asumir funciones anteriormente mediadas por un tejido neural perdido, lo que llevaba a entender que la plasticidad neuronal era posible, y que incluso podía ser positiva en el sentido de recuperar determinadas funciones hasta ese momento perdidas.
Del mismo modo, Michael Merzenich en 1998 señaló que el cerebro adulto es en realidad una estructura dinámica, en la que las representaciones corticales del cuerpo cambian constantemente sus límites. Todos los avances en este campo no han estado exentos de la controversia de lo desconocido y, como era de esperar, durante mucho tiempo se consideró que el cerebro adulto estaba ya forjado y que era incapaz de adaptarse.
Sin embargo, tras algunos avances, la neuroplasticidad está ahora ampliamente reconocida como una propiedad cerebral fundamental y permanente. En modelos animales como los ratones, hay ciertas moléculas que promueven esta neuroplasticidad, y con ello se ha demostrado que incluso puede provocar una reducción en determinadas adicciones como con el alcohol, heroína, incluso la de presentar efectos antidepresivos.
En el mundo de los humanos, estos compuestos interactúan con determinados receptores, como por ejemplo el receptor de Serotonina 2A (5-HT2AR), y son empleados en el tratamiento de enfermedades neuropsiquiátricas; sin embargo, muchos de ellos tienen efectos alucinógenos, que dificultan su uso. Entre estas enfermedades, la depresión es probablemente una de las enfermedades mentales más extendidas y devastadoras, y la búsqueda de antidepresivos de acción rápida sigue siendo crítica.
En la actualidad existen trabajos de investigación, como los que actualmente se desarrollan por algunos grupos de investigación de la Universidad de Almería, que demuestran que las drogas psicodélicas no sólo producen potentes alteraciones de la conciencia, sino que también provocan efectos antidepresivos rápidos e incluso persistentes, siendo esto último quizás lo más ilusionante.
Sin embargo, varios problemas han obstaculizado el desarrollo clínico de algunos de estos compuestos, como son su toxicidad, evidentemente su potencial alucinógeno, y finalmente su tendencia a inducir arritmias cardiacas. Algunos grupos de investigación han podido identificar los elementos estructurales clave del farmacóforo terapéutico y diseñar análogos estructurales que contengan los parabienes curativos, pero sin contener los perjuicios alucinógenos y tóxicos.
La síntesis orgánica es en este momento donde juega el papel más importante, ya que tras el diseño de la molécula objetivo, se necesita de la síntesis en el laboratorio de esta pequeña molécula en el menor número de etapas posible, y empleando las reacciones, ya sean catalizadas o no catalizadas, que supongan el menor coste económico posible. Mediante un cuidadoso diseño de síntesis orgánica, es posible modificar un compuesto psicodélico para producir una variante más segura, no alucinógena y con potencial terapéutico. En ello estamos.
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