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Probablemente sus creadores lo desconozcan, pero el programa tiene nobles antecedentes literarios. Hérodoto, entre los griegos, contó la historia de Candaules que comparte con Giges ... la visión del desnudo de su esposa. Deléitense, si les place, con los cuadros de Jordaens y Etty inspirados en el pasaje. Boccaccio en el Decamerón retoma el asunto. Reseñemos como paradigma la novela que Cervantes introduce en la primera parte de El Quijote, 'El curioso impertinente', en la que Anselmo pide a su amigo Lotario que corteje a su esposa Camila por mor de saber si le es fiel. El final de la narración es el mismo que millones de españolitos contemplan en el infecto programa de televisión.
Parejas de enamorados -ellos y ellas, aspecto único en el que se demuestra la modernidad del tinglado- son sometidos a pruebas para comprobar si prevalece la virtud de sus sentimientos. Me han contado que de la primera temporada se hicieron más famosos cuanto más puterío demostraron ante las cámaras los concursantes de uno y otro sexo. A semejantes personajillos les llovieron los contratos en programas basura, que eufemísticamente llaman del corazón. Como el personal vulgar será, pero tonto no, en las nuevas ediciones procuran desde el principio mostrarse lo más procaces que quepa en aras de que su indigno comportamiento les reporte el vil metal.
No me cabe el escándalo por estos comportamientos. Simplemente lamento la decadencia de la sociedad española que se abstrae ante programas de semejante calaña sin distinción de edades o formación. Sería anecdótico, si no entrañara un diagnóstico fatalque al día siguiente del estreno en mi Instituto hubo muchos alumnos que llegaron tarde o con ojos de haber dormido poco. Han aflorado en las redes unos vídeos de escasos segundos en los que los concursantes practican el sexo oral o follan. Imágenes en blanco y negro que satisfacen la libido de quienes obvian que la pornografía está al acceso de todo el mundo en la Red.
Me permito destacar que el motor primero de las actitudes de quienes protagonizan 'La isla de las tentaciones' es la importancia de aparecer, de ser una imagen viral. No importa por lo que te conozcan. Basta con que tu careto sea del dominio público. La gloria y la riqueza vendrán por añadidura.
Quizá convenga recordar que en latín 'imaginem' significaba también 'fantasma, espectro'. Razón por la cual he relacionado el programa antedicho con la noticia de que Salvador Illa, exministro de Sanidad, lidera las encuestas de las próximas elecciones catalanas. ¿Qué virtudes adornan al político? A la vista de los resultados en el combate que él encabezaba contra el virus pongamos en duda sus capacidades de gestor. Su máximo atributo debe de ser el conocimiento que los votantes tienen del individuo por su continua aparición en televisión. Dudo mucho de que a la hora de elegirlo sea sometido a una juiciosa reflexión. Illa es, una vez más, el triunfo de la apariencia. No nos engañemos. 'La isla de las tentaciones' es la metáfora perfecta de la madurez democrática española.
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