Dicen algunos que Pedro Sánchez venía madurando el reciente gran cambio del Gobierno desde hace semanas y que al final ha decidido hacerlo ahora, en pleno julio, un mes propicio para cerrar operaciones, antes de las vacaciones, para pasar el barbecho de agosto y, con ... nuevo impulso tras el descanso, retomar con fuerzas el nuevo curso. No obstante, para muchos era impensable tanto cambio en estos momentos, pero al parecer hay ganas de renovar, permutar rostros que ya nos eran conocidos, hasta familiares, a los que les habíamos cogido cierto apego, por la cotidianidad que nos transmitían, por su manera de decir, por esas peculiaridades que los definían y se hacían notar.
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La remodelación de ministros ha sido grande y definida, por el mismo Sánchez, como de rejuvenecimiento. Una alusión clara al relevo generacional, como reclamo para decidir el futuro de este país. Sin embargo, no paro de darle vueltas a quienes se han ido del Ejecutivo, pesos pesados como Carmen Calvo, José Luis Ábalos, Juan Carlos Campo, Arancha González Laya, o Isabel Celaá. Ellas han sido luchadoras con empeño, algunas cumplidas en años, pero que llevaron la antorcha bien alta, se tiraron a la plaza pública en defensa de sus creencias, de su ideología, de su puesto, y recogieron más de un revés que supieron capotear con deportividad. Y es que han sido bastión y punto de apoyo, fieles escuderos que supieron llevar el peso de su cartera con aguante y que ahora ya no responden a lo de 'la arruga es bella' y de la noche a la mañana pasan a llevar mochila, dejando las alturas para sentir el vacío aquel del que abandona o se siente abandonado. Algo difícil de explicar, al pasar de mucho a nada.
Quizás a más de uno nos hubiera gustado conocer y escuchar ese adiós de los 'sin cartera', en el que, a modo de despedida, se supieran las razones para ser reemplazados, aunque me apuesto que la coletilla del «por motivos personales» sería el punto y aparte de su despedida. Lo que evidencia, una vez más, que en la política nadie es imprescindible y quien manda elige a los suyos, a dedo, siempre. Todo lo demás sobra, sin comentarios.
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