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Tu voz inimitable
Carlos Cano, que estás en los cielos, tu voz atravesó conmigo toda la geografía andaluza una y otra vez, sonando por los altavoces del coche
Manuel Pedreira
Granada
Sábado, 19 de diciembre 2020, 01:52
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Manuel Pedreira
Granada
Sábado, 19 de diciembre 2020, 01:52
Me da un poco de vergüenza, Carlos, pero la ocasión lo merece y te lo voy a contar. Cada vez que canto las Habaneras de Sevilla, bajito, solo para mí, en casa, en el coche, rompo a llorar en la segunda estrofa. Un lagrimón como ... un puño me baja hasta la barbilla mientras entono aquello de que «escriben sus blancas manos cartas de amores que han de volver». Y sigo cantando y llorando la pena de esa mujer que mira a un río que un día se llevó sus sueños y que nunca le trae noticias de Cuba. Esa letra de Antonio Burgos, por la cual Arturo Pérez-Reverte habría cambiado todos sus libros, me hace llorar como un bendito, como lloré aquella mañana de diciembre de hace hoy veinte años.
Carlos Cano, que estás en los cielos, tu voz atravesó conmigo toda la geografía andaluza una y otra vez, sonando por los altavoces del coche. La marca y el modelo cambiaban, como el color de la tapicería, la longitud de mis pantalones y la hondura de mis sueños, pero lo hacían siempre al compás de tu voz cavernosa, de tu voz de hombre, como pedías en tu pasodoble mientras mi padre conducía por aquellas carreteras que soñaban con ser autovía aunque solo fuese por equivocación. Ya es hora de reivindicar el papel de los radiocasetes de los coches en la educación musical de esas generaciones que habían dejado atrás el vinilo pero que apenas conocían el cedé. Parafraseando con vileza a la Yourcenar, diría que hubo un momento en que las madres dejaron de cantar y Spotify no había llegado todavía, en el que los niños estuvimos solos con los casetes.
En fin, a otros les corresponde glosar tu compromiso social, ese concepto tan trasteado que ya no sabe uno muy bien qué significa, recordar tu permanente reivindicación de Andalucía sin rencor hacia nadie y sin caer en el tópico. También elogiar la altura de tu música, la defensa del cancionero tradicional de nuestra copla y los innumerables hallazgos de tus nuevas letras y melodías. Digo que lo han de hacer otros porque a mi me faltan las fuerzas para perseguir tanta palabra como tú mereces.
Un par de veces te vi en directo. La primera, en un mitin de los comunistas en el Paseo del Salón, al lado de Las Titas. La segunda, en el Palacio de Congresos, en la gira de tu resurrección neoyorkina. Y allí estuve, en primera fila y no es una frase hecha, hipnotizado por tu voz y tu presencia. No tuve la fortuna de comprobarlo pero siempre se habló de que tu malafollá era legendaria. También por eso te amé tanto y no he dejado de llorarte cantando, ni de tratar de imitar tu voz inimitable.
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