Las distintas formas como se está abordando actualmente el derecho a la vida, en países teóricamente avanzados como Francia o Inglaterra, nos hace predecir el futuro de nuestra civilización. Es paradigmático el caso de la discapacitada inglesa de 20 años (con edad mental de 9), ... que está embarazada de 22 semanas y quiere tener a su hijo con el apoyo y ayuda de sus padres. También se ha hecho eco la opinión pública del enfermero francés de 42 años, Vicent Lambert, que tras sufrir un accidente de moto hace diez años se quedó tetrapléjico y con lesiones cerebrales; sólo necesita para seguir viviendo la alimentación e hidratación, como cualquier otra persona. Su mujer y algunos hermanos propugnan la eufemística 'muerte digna': retirarle la sonda de alimentación y aplicarle cuidados paliativos. Sin embargo, sus padres y otros hermanos quieren que siga con vida, sin aplicarle medios extraordinarios.
En ambos casos, para dilucidar los intereses contrapuestos de las partes, se ha tenido que acudir a los tribunales. La nota coincidente que caracteriza a los dos supuestos es que se produce una injerencia del Estado, fundamentada en el utilitarismo y en una falsa compasión, cuyo entrometimiento prevalece sobre el derecho individual de la persona a la vida. La juez de primera instancia reconoce que es una intromisión del Estado ordenar a una mujer abortar, pero lo justifica para suplir su falta de capacidad mental. De ahí que establezca «el mejor interés» para esta gestante. Habría que replicar a su señoría que se ha olvidado por un momento de algo esencial: el interés de la madre no puede ser a costa de sacrificar el del hijo indefenso. ¿Dónde está la incompatibilidad: por qué no preservar el interés de los dos? Y en este caso, el fin no justifica los medios que se aplican, mediante el descarte del concebido, cualesquiera sean las circunstancias del embarazo. Incluso si se tratara de un niño enfermo (que no es el caso), porque los abuelos están dispuestos a asumir la patria potestad.
Quizá esta magistrada que se inmiscuye de forma indebida para condenar a muerte a un inocente, sin respetar el derecho personal de la interesada, del hijo a vivir y de sus padres a dispensarles los cuidados precisos, se ha olvidado de que su país luchó decididamente para alcanzar la libertad y vencer las reminiscencias del racismo nazi redivivo. Con el recurso 'in extremis' interpuesto por los padres de la embaraza ante el Tribunal de Apelación, se corrige esta sentencia injusta, que la declara nula por vulnerar el derecho sagrado e inalienable a la vida.
Distinta suerte parece que le va a deparar al joven francés, al que después de un «encarnizamiento judicial» (que no terapéutico) durante diez años de juicios, sentencias y recursos, en toda clase de instancias judiciales e incluso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, está sobreviviendo gracias a unos 'padres coraje', que han conseguido meritorias prórrogas mediante medidas cautelares para no desconectarle de la sonda que le alimenta. Terminado el calvario judicial, se mantiene la condena a muerte de Vicent, salvo que por la mediación del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, con sede en Ginebra (Suiza), consiga que le 'indulte' el gobierno de Francia (el de la 'Liberté, Égalité, Fraternité'). La madre ha explicado en una sentida intervención ante este organismo, que se trasladó junto con su marido a Reims, para poder estar todos los días con su hijo y darle cariño. Éste no se encuentra en estado terminal, porque no es un vegetal: cuando le llama cariñosamente por su nombre mueve la cabeza y le mira. Aunque su alimentación es por una sonda, puede comer compota o yogur.
Cuenta una anécdota conmovedora: un día de mediados de mayo vieron a Vicent muy agitado. Cuando le preguntaron qué le pasaba éste comenzó a llorar, como atestigua un vídeo, lo que prueba que tiene una conciencia muy activa. Ella se enteraría después de que los médicos le habían dicho a su hijo que de forma programada le iban a sedar y le retirarían la alimentación. Esa era la causa de su tristeza, que en aquella ocasión se logró sortear. En este momento, salvo milagro, es posible que Lambert haya fallecido al haberle desconectado los médicos la sonda. Lo preocupante es que en parecidas circunstancias se encuentran más de 1.700 personas en el país vecino, que con esta forma de hacer patente la «cultura del descarte», se les augura un final nada halagüeño.
La situación clínica de Vicent Lambert y Michael Schumacher es muy parecida, y sin embargo éste último ha tenido la suerte de no caer en las garras de la injerencia de un Estado insolidario, que preconiza la falsa 'muerte dulce', porque, llamémosla por su verdadero nombre, es inhumana, cruel y amarga.
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