¿Irresponsabilidad colectiva?
Puert Real ·
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Puert Real ·
Estamos ante una tara colectiva que revela disfunciones funcionales culturalesHay cierto acuerdo social sobre la incompetencia que están demostrando los políticos al gestionar la pandemia. Cada partido sostiene que los suyos la han afrontado con eficacia y que la culpa es de los demás, pero el ciudadano común –el que no sigue fervoroso unas ... siglas– no hace tales distingos. Es más: el empeño sectario en salvarse de la quema mientras carga contra los otros comienza a entenderse como indicio de irresponsabilidad.
Hasta la fecha no se ha oído ninguna autocrítica que merezca tal nombre. Ni se impulsa una comisión independiente para diagnosticar qué ha fallado. No por buscar culpables sino para averiguar qué ha sucedido y las reformas a introducir para que no se repitan los desastres que se suceden desde la llegada del coronavirus.
Cunde la sospecha de que en la cabeza del político patrio no entra el concepto de una investigación profesional. Seguramente, entiende que las comisiones no son más que trincheras políticas para cargar contra el contrario
Tiene su (i)lógica: los partidos creen en su inocencia sustancial y en la culpabilidad ajena, por lo que sobran investigaciones: ya están en la verdad.
La opinión del ciudadano sobre la responsabilidad de nuestra élite rectora e incompetente está bien forjada. Pero hay más. Los sucesos más recientes, y en particular los del último fin de semana resultan descorazonadores. Amplían vertiginosamente la responsabilidad del desastre y lo convierten en una especie de culpabilidad colectiva.
Las imágenes de Madrid, Zaragoza, Salamanca y otras ciudades han sido lacerantes. También, y sobre todo, las de Granada. Vas por Ganivet y un gentío: sin distancia de seguridad, muchos sin mascarillas, algunos bailan como si no rondase una enfermedad amenazante. Las noticias hablan de botellones, discotecas llenas. El Paseo de los Tristes baja repleto. Nadie parecía temer al virus.
Resulta incomprensible. Llevamos ocho meses de pandemia, hemos estado confinados un trimestre, el coronavirus extiende la enfermedad y los finales mortales. Está ahí y nos tiene contra las cuerdas desde punto de vista económico… Y, aun así, hay multitudes imprudentes que hacen exactamente lo que no se debe hacer.
No es ya que esté prohibido, que lo está, sino que a estas alturas nadie puede alegar ignorancia sobre cómo tenemos que actuar para detener la pandemia, una responsabilidad de todos. ¿Por qué este comportamiento? Cabe pensar en: nihilismo, pasotismo, irresponsabilidad o simplemente estupidez.
Quizás la imprudencia está limitada a sectores reducidos, pero, por las imágenes, no son porcentajes despreciables ni marginales. Desazona comprobar que saltan brotes entre universitarios, a los que habría que suponer una especial responsabilidad e información.
Para más inri, estas actitudes peligrosas no surgen por obligaciones sociales o laborales ineludibles, sino para divertirse, beber... Resulta insólito, pero la pandemia se cronifica y aumenta la amenaza porque no podemos resistir socialmente sin la diversión. Recuerda imágenes medievales de la peste atraída por los que celebraban las fiestas. Es patético y estúpido.
Todo indica que estamos ante una tara colectiva que revela disfunciones culturales gravísimas. Hay motivos para preocuparse.
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