Culés
Las 'palancas' vienen de lejos, porque en tres ocasiones las arcas del club titilaban y Francisco Franco Bahamonde le salvó de la quiebra, mediante tres recalificaciones.
Javier Pereda Pereda
Jueves, 20 de abril 2023, 23:31
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Javier Pereda Pereda
Jueves, 20 de abril 2023, 23:31
Continúa en la palestra el Fútbol Club Barcelona, una de las instituciones deportivas más prestigiosas y laureadas a nivel internacional. Desde su fundación por el suizo protestante Hans (Joan) Gamper en 1899, aunque también tuvo un papel relevante Narciso Masferrer y Sala, ha atravesado por ... distintas vicisitudes sociales y políticas. A sus seguidores se les denomina 'culers', pronunciado 'culés' (los que muestran sus traseros), porque a principios del siglo pasado, cuando el campo 'La Escopidora' estaba en la calle Industria, desde las inmediaciones se veía a los aficionados sentados en la pared más alta, a la vez que se divisaba sus espaldas hasta donde éstas pierden su casto nombre, las posaderas.
Esta creatividad e imaginación popular catalana nos evoca a la figura navideña del 'caganet', que representa el paradigma de la reciente 'positivo' o 'excusatio' del actual presidente culé. Hay que atribuir al presidente Narcís de Carreras uno de sus emblemas: «más que un club», procedente del discurso de toma de posesión en 1968, que define a esta entidad deportiva, que ahora cuenta con 143.086 socios. Distintivo que suscribiría cualquier seguidor de un club, pues la pasión por sus colores lleva a sublimar su grandeza.
En el caso de los 'culers', han buscado siempre la excelencia, pero, en mi opinión, acordes con su lema, han sobrepasado los límites de lo deportivo. Sin embargo, otros equipos, como el R.C.D. Espanyol de Barcelona, se han mantenido al margen de ideologías políticas.
En este sentido el Barça ha apostado, a partir de la Transición, por ser un catalizador de la política nacionalista catalana, hasta representar un colaborador de la propaganda política. Así lo demuestra la señera estelada cuatribarrada, los abucheos al himno nacional, los intentos de formar las selecciones deportivas nacionales y los enjuagues financieros con sectores políticos y económicos afines. Como además su rival por antonomasia es el Real Madrid CF, al que tildan de equipo del Gobierno o del Régimen de Franco —con tres veces más campeonatos de Champions—, exhiben su relato victimista muy parecido al de la falsificación de la memoria histórica.
El fútbol debería circunscribirse al fútbol, como ocurre con el resto de equipos. Introducir la variante política constituye un arma de doble filo. El escándalo del pago de 7,3 millones de euros reconocidos al vicepresidente de los árbitros, Enríquez Negreira, cada vez presenta menos dudas. Sobre todo, a resultas de las explicaciones del presidente Joan Laporta, que no convencen a nadie.
Ante la gravedad de los hechos, LaLiga, la UEFA y la justicia penal tendrán que depurar tanta deposición hedionda, salvo que pretendan cargarse la competición mediante la impunidad. El dirigente azulgrana «ha hecho un calvo» a la opinión pública, con el ataque como mejor defensa. La técnica del ventilador constituye una práctica habitual en política. Pero se equivoca el hipotecante de las 'palancas' blaugranas, porque en el fútbol esto no funciona. Ante la 'excusatio non petita, accusatio manifiesta'; o embarrar el terreno de juego con el «y tú más», para incriminar sin pruebas a su adversario deportivo, nos recuerda al «España nos roba».
Solo desde la impotencia y la envidia se puede entender esta antideportiva huida hacia adelante, mediante la posverdad. Denunciar al Real Madrid CF por beneficios arbitrales, utilizando el 'Francomodín', muestra una estrategia defensiva a modo de proyección del psicoanálisis freudiano, sin aportar más prueba que «lo sabemos todos». Pero esas acusaciones, fruto del resentimiento, presentan un efecto bumerán. El club calumniado se ha limitado en su defensa a colgar un vídeo de cuatro minutos en donde se relata la relación entre el Generalísimo y el Barcelona.
Las 'palancas' vienen de lejos, porque en tres ocasiones las arcas del club titilaban y Francisco Franco Bahamonde le salvó de la quiebra, mediante tres recalificaciones. En 1951 con la llegada de Kubala para hacer un estadio más grande en la Diagonal; en 1962 para saldar una deuda de 250 millones de pesetas se vende al estado los terrenos Les Corts; en 1965 Joan Gich consigue de Torcuato Fernández de Miranda 200 millones, firmados por el mismísimo jefe del Estado; en 1970 obtendría 90 millones de subvenciones a fondo perdido. Fue condecorado y especialmente aclamado, sobre todo en la inauguración del Camp Nou en 1957: ¡Franco, Franco, Franco! A él debían su existencia. Pero Bartomeu se lo agradece retirándole en 2019 todas las distinciones honoríficas.
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