Sorprende la polvareda que ha levantado el partido de fútbol del pasado domingo. El Real Madrid está más cerca de conseguir su 36 título de Liga, a falta de seis partidos, con una ventaja de once puntos sobre el Barcelona (27 Ligas). Otros equipos que ... han conseguido el trofeo de la regularidad: Atlético de Madrid (11), Athletic (8), Valencia (6), Real Sociedad (2) y Deportivo, Sevilla y Betis (1). El deporte rey ha llegado a calificarse como 'el opio del pueblo' —aplicando el paralelismo de Karl Marx con la religión—, porque concita la atención de millones de seguidores de todo el planeta. Este deporte de masas despierta las pasiones de sus hinchas, que lo convierten en un fenómeno sociológico, en donde el ocio y el negocio se entrelazan. Así ha llamado la atención a la prensa mundial la celebración del Athletic en la gabarra por la ría, al conseguir la 24 Copa del Rey, cuatro décadas después.
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El Real Madrid se propone en esta temporada ser el primer club del mundo en facturar 1.000 millones de euros. De ahí que el precio de las entradas en el partido contra el Manchester City oscilara entre el más bajo en los anfiteatros elevados, el fondo norte y el fondo sur a 125 euros, hasta 445 euros en la tribuna. Se trata de precios prohibitivos, pero se pagan y se llena el estadio ante un gran espectáculo. No es lo mismo comprobar en directo el miedo escénico y épico de las remontadas del Bernabéu (Valdano dixit), que en televisión. El nuevo estadio moderno y con las últimas tecnologías generará más ingresos con los eventos deportivos, musicales, culturales y sociales.
La ciudad deportiva en la que se entrenan, concentra y pasan gran parte del tiempo los jugadores, presentan instalaciones y servicios de alto nivel. Se entiende el amago de los clubes punteros en organizar una 'Superliga' y multiplicar sus ingresos, para soslayar la gestión de la UEFA que reparte a su antojo las prebendas. El volumen de negocio que ha alcanzado la élite de los clubes de fútbol les sitúa en entramados empresariales y de poder que mueven millonarias cantidades de euros, cuyas finanzas han de ser objeto de control por los órganos de la Administración. La situación deportiva se desvirtúa si los equipos de fútbol se convierten en plataformas ideológicas y políticas. Cuando el lema de un equipo es 'mes que un club' (evito la réplica a la contestación grosera), para constituirse en bandera de las proclamas nacionalistas e independentistas, pervierte su naturaleza deportiva. Es lo que le ha sucedido al Barcelona C.F., que ha pasado de condecorar al Generalísimo a apoyar el referéndum de autodeterminación.
Supongo que, llegado el momento, si se autoproclama la soberanía excepto en Tabarnia, su Liga tendrán que jugarla entre el Girona, Espanyol, Lleida, Gimnàstic de Tarragona, Cornellá, Terrassa, Sabadell, Mollerussa, Manresa, Gramanet, Granollers, Mataró, Hospitalet, Igualada y el Andorra de Piqué. El Barça ha copiado todos los tics de los políticos independentistas catalanes. Así construyen su relato de la 'posverdad' del «España nos roba», cuando la realidad es que durante 17 años han gastado 7.3 millones de euros en comprar a los árbitros, con el cooperador necesario Negreira.
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Al estar en quiebra técnica, han adoptado una huida hacia adelante a base de endeudarse con sucesivas palancas, con el riesgo de que explote la burbuja, después de una temporada en/de blanco. Pero cuentan con el poder mágico de siete votos en el Gobierno. Si han conseguido indultos, amnistías y la exoneración de responsabilidad económica por el Tribunal de Cuentas, seguro que esa deuda la prorratearán a los españoles. Desconocen qué es perder con deportividad, como se comprueba en las retransmisiones de la Radio Catalana (RAC 1) tras la eliminación del City de Guardiola y en el Clásico. Y como piensan que todos son de su condición, judicializan el fútbol para acallar las críticas de los suyos, con pura pose victimista para intentar negar la evidencia del gol fantasma, confirmado por la tecnología 3D. Y como le ocurrirá al presidente Sánchez, que amenaza dimitir en diferido, ahora el entrenador Xavi se arrepiente y vuelve al redil del Spotify Camp Nou. Parece que ni Laporta ni Hernández —como le sucede a Sánchez— están apegados al cargo. Así se entiende uno de los cánticos del Bernabéu: «¡Xavi, quédate!».
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