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J.P.P.
Escondido
Ad líbitum

Escondido

Dios y hombre, está verdaderamente presente en la Hostia consagrada con su Cuerpo, Alma y divinidad, aunque «escondido» y «oculto» (...) se produciría la mayor revolución mundial

Javier Pereda Pereda

Jaén

Jueves, 30 de mayo 2024, 23:40

La tradición popular cristiana ha acuñado la expresión «Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión». Los dos últimos, por distintos motivos, se han trasladado al domingo, salvo en Toledo, Sevilla ... y Granada. La solemnidad de estas celebraciones apunta al núcleo central de los misterios de la fe. Si estuviéramos persuadidos de que el mismo Jesús de Nazaret, Dios y hombre, está verdaderamente presente en la Hostia consagrada con su Cuerpo, Alma y divinidad, aunque «escondido» y «oculto» —siguiendo la expresión del teólogo santo Tomás de Aquino en la oración «Adoro te devote» (Te adoro con devoción)—, se produciría la mayor revolución mundial. Por eso, al recorrer Jesús sacramentado en procesión por las calles de Jaén y en muchas ciudades del mundo, se engalanan los balcones y las aceras, porque, como en la entrada triunfal en Jerusalén, es Cristo que pasa; se arrojan pétalos de rosas, se canta, se adora con devoción al Dios escondido y oculto, expuesto en el viril de la custodia de plata; a Él se somete nuestro corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarle. «Al juzgar de ti —continúa el Doctor Angélico en estos 28 versos de rima pareada, con elevado contenido teológico, compuesto con motivo de la primera celebración de esta festividad en 1264 en Lieja (Bélgica)— se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta con el oído para creer con firmeza. Creo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta palabra de verdad».

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